Una educación de calidad es indispensable para promover el bienestar de las personas, el crecimiento económico y la reducción de las desigualdades sociales de los países. Por lo tanto, no es de extrañar que los gobiernos de América Latina y el Caribe hayan realizado esfuerzos importantes en las últimas décadas para aumentar la cobertura educativa. La mayoría de los países de América Latina ha alcanzado una cobertura universal en la educación primaria, mientras que el 77% de los niños de 4 a 5 años y el 80% de los jóvenes de 15 a 17 años asisten a la escuela. Con el aumento en cobertura, los años promedio de educación se incrementaron de prácticamente cero a comienzos del siglo XX a nueve en la actualidad.
A pesar de estos innegables avances, las habilidades de los estudiantes muestran que aún hay grandes rezagos en la calidad educativa de los sistemas de la región. Es necesario seguir avanzando en la implementación de políticas que busquen mejorar la calidad educativa en nuestros países. Las evaluaciones docentes pueden ayudar a identificar las diferencias de desempeño entre los profesores. Además, el uso adecuado de sus resultados puede otorgar la información necesaria para aprovechar al máximo sus fortalezas, buscar superar las falencias, y potenciar la excelencia en la profesión. No obstante, para que las evaluaciones docentes cumplan estos propósitos y sean realmente aceptadas, implementadas y utilizadas en cualquier sistema educativo se requiere que sean válidas y confiables. Esto significa que la información que surja de ellas debe ser objetiva, estar realmente asociada a su labor diaria y reflejar aspectos fundamentales dentro de los procesos de aprendizaje de los estudiantes, de modo que permita que tanto los propios docentes como las autoridades educativas entiendan y reconozcan cuáles son las fortalezas y debilidades en la labor del docente. Este estudio presenta algunas claves para lograr el diseño de una evaluación docente exitosa.