Texto de Yves Berthelot de la Red Internacional de Economía Humana que sintetiza conceptos del libro de la Red, «Caminos de Economía Humana».
Que lo disfruten y compartan en sus países con personas que se puedan interesar en su lectura y, a través de esta, en el libro que editamos y distribuimos desde el CLAEH.
Lecciones de los estudios de caso para una economía humana- Por Yves Berthelot
DÉVELOPPEMENT & CIVILISATIONS N° 435 Année 2016
Esta obra es una invitación a recorrer en distintos países del mundo los caminos de una economía humana. Por todas partes, hombres y mujeres inician millares de revoluciones pacíficas, invisibles para el viajero apresurado. Estos innovadores sociales comenzaron por tomar conciencia de sus derechos y sus capacidades. Rechazaron la suerte que les parecía impuesta. Dieron un sentido a su búsqueda del bien común. Los autores de este libro toman de estos recorridos lecciones, principios, prioridades para estructurar la acción. Tantas etapas para avanzar hacia una economía humana. Estas experiencias de terreno, estas revoluciones desde abajo tienen un alcance universal, es decir son apropiables y adaptables por todos.
La observación de las prácticas de terreno nos recuerda en primer lugar esta evidencia fundamental: la economía es el fruto de iniciativas humanas. Iniciativas llevadas por personas que no reivindican ser empresarios pero que en lo que hacen muestran su carácter emprendedor. Al ver el perfil de los pioneros que actuaron en el origen de estos distintos proyectos, se presiente que su carácter emprendedor tiene una dimensión psicológica, que dibuja sus raíces en un haz de intercambios con otros; muchos otros, del pasados y del presente, cuyas historias de vidas personales se entrecruzan con la gran Historia, y cuyas fuentes de inspiración dialogan, circulan de una generación, de un campo de acción a otro, de una cultura a otra.
Compromiso y participación
Al conocer estas experiencias se descubre también que las motivaciones de emprender distan mucho de reducirse únicamente a la satisfacción de intereses materiales; que los intercambios que los alimentan no son solamente de naturaleza comerciales; que la economía puede ser el lugar de compromisos a la vez personales, profesionales y ciudadanos; y que los actos y los actores económicos están también íntimamente vinculados a valores morales, concepciones de la vida, de las visiones de la sociedad y del mundo.
La participación de los habitantes en el cambio es un punto común a la mayoría de las iniciativas descritas y destaca la importancia de la dimensión colectiva de las dinámicas que permitieron su desarrollo. En todos los continentes la implicación de la población en las experiencias de desarrollo local es parte de un intento de orientar la vida colectiva y materializar la convivencia. Es una forma de acción política que no busca el acceso al poder, ni la victoria de un grupo sobre otro, sino que se encamina hacia un análisis compartido, y luego a un proyecto común.
Varios de los casos presentadas, en la diversidad de sus formas y sus objetos, demuestran que el colectivo concebido como un recurso al servicio de sus miembros permite a las poblaciones, incluidas las poblaciones muy desamparadas, afirmarse como protagonistas económicos cuando logran poner en movimiento la cadena que conecta la actividad productiva con la actividad educativa y la acción ciudadana.
Enfrentados a la miseria social, no se satisfacen con un enfoque de asistencia, se trata de proteger los derechos de las personas, al mismo tiempo que sus capacidades para ser responsables, y ser protagonistas de las soluciones a sus problemas. Se trata también de inventar las formas de organización de la vida colectiva incluida en el mundo de la empresa que no se detienen ante las carencias, las desventajas, y valorizan lo mejor posible las capacidades, las potencialidades de cada uno. (Bretagne Atelieres, Francia)
Una palabra, empoderamiento, caracteriza esta estrategia de cambio social: es la toma de poder sobre su vida, la capacidad para convertirse en autónomo, para liberarse de los sometimientos de todo tipo. Se aplica a la vez a las personas y a los grupos, en particular los que viven situaciones de opresión y discriminación. ¿Pero finalmente esta emancipación no se refiere a todos los miembros de la sociedad, cualquiera que sea su clase o su status social? En este sentido se puede decir que la economía humana es una organización de la sociedad que favorece el empoderamiento de todos.
A partir de estas consideraciones, una primera lección se extrae: la ciencia económica forma parte de las ciencias humanas y sociales. Un enfoque pluridisciplinar, apoyado en la investigación-acción, es indispensable para permitir a la vez incluir los fenómenos económicos y forjar herramientas intelectuales para actuar sobre ellos, y este enfoque, en nuestro mundo globalizado actual, tiene todo para ganar al inscribirse en una dinámica de intercambios interculturales e internacionales.
Una exigencia de hoy es también superar las visiones simplistas, los tópicos, las posturas ideológicas, en particular las referidas a las relaciones entre el desarrollo local y la economía global.
Los proyectos de desarrollo local pueden en efecto ser inspirados por una reflexión crítica relativa a la globalización de la economía tal como es realizada sin por ello rechazar la universalización de los intercambios y cooperaciones. Mucho protagonistas locales abogan por “ir sobre las dos piernas”, la del desarrollo mundial mejor controlado, y la del desarrollo local, territorial, a partir de sus recursos, las necesidades y los valores de cada pueblo en solidaridad con los otros. Es el caso de los pobladores de Togo que no quieren que África permanezca afuera del comercio mundial y que describen el tipo de economía que quieren como “la economía comunitaria de mercado”, animando a los campesinos y a los artesanos del mundo rural a convertirse en empresarios capaces de ubicarse en el mercado, no solamente local sino internacional.
El diálogo sociedad civil – autoridades públicas
Desde las cooperativas en Guatemala hasta una multinacional en Bangladesh, los ejemplos documentados aquí certifican también la gran diversidad de las formas empresariales posibles para implicar numerosos pequeños productores en dinámicas de desarrollo. En el África Occidental, la organización de sectores de pequeños campesinos y empresarios locales “para alimentar las ciudades” ilustra la capacidad de estas iniciativas para cambiar de escala. A este respecto, las colaboraciones y las alianzas que se desarrollan entre empresas, entre colectividades y asociaciones son también muy importantes. Siempre que desempeñan un papel de alerta y esclarecedor en su accionar y no pretenden substituir a los protagonistas públicos, las ONG demuestran que es posible influir sobre el contenido de las políticas públicas a partir de experiencias en el territorio.
Se entiende pues bien el interés de las interacciones entre la sociedad civil y las autoridades públicas cuando comparten una preocupación de interés general, en un clima de respeto y confianza, en un marco que permita un margen constructivo de autonomía, de iniciativa y de conflicto. Ahora bien, las condiciones que hacen posible este marco y este clima tienen un nombre: democracia.
La segunda lección que salta a los ojos al examinar estas prácticas de terreno en las cuatro esquinas del mundo: la actividad económica no puede desarrollarse positivamente sin articularse con la acción social y política.
La economía para ser justa como para ser eficaz no podría prescindir de la democracia. El combate por la sindicalización de los trabajadores dalits (intocables) en la India, se basa en las leyes existentes, aunque ellas se aplican mal y se utilizan dispositivos de discriminación positiva por parte del Gobierno. Su legitimidad es tanto más fuerte cuanto que se inscribe en la letra y el espíritu de la Constitución del país, que desde la Independencia garantiza la igualdad de todos los ciudadanos indios. Este ejemplo pone de manifiesto que la relación entre iniciativas ciudadanas e instituciones políticas funciona en los dos sentidos, que la sociedad civil tiene que basarse en el Estado de Derecho y que los cambios políticos pueden mejorar de manera significativa las condiciones de vida de las poblaciones.
Hay situaciones difíciles, de naturaleza autoritaria o incluso dictatorial de regímenes en el poder, hay conflictos armados que conducen a un Estado de guerra y a una sociedad militarizada, son hechos que reducen las posibilidades de construcción y articulación de un Estado de Derecho y una sociedad civil. El caso analizado de Palestina da prueba que en tales contextos, la economía humana sabe hacer resistencia, contribuyendo en la práctica a la resiliencia de la población y a su acción de emancipación cultural, social y política. En otras partes, como en Sri Lanka o Bosnia, proyectos económicos obran a manera de reconciliación, procurando hacer trabajar juntos aquellos que los conflictos opusieron de manera especialmente atroz, para que los horrores del pasado no se reproduzcan. La economía humana tiene pues también un vínculo con la reconstrucción duradera de la paz.
El ejemplo del Kivu pone de manifiesto que el carácter pacificador de la economía humana se extiende a la relación con la naturaleza, y que la consideración de los factores medioambientales no es un planteamiento reservada a los países ricos que podrían “pagarse el lujo » de la atención ecológica, sino pueden estar en el centro de una estrategia de valorización de los recursos locales de un país muy pobre.
El trabajo para cambiar el mundo
Hay otro recurso, a la vez natural y cultural, que la economía no podría ignorar: el trabajo humano. Es otra lección de este viaje al encuentro de estas distintas formas de producción. La cuestión del trabajo está en todas partes presente, nunca es marginal, y a menudo es crucial, vital. Ya sea que se trate de liberar a seres humanos de condiciones de trabajo y existencia indignas, de permitir a personas en situación de desventaja “experimentar que se podrían salir de esa condición por el trabajo”, de promover oficios agrícolas y artesanales indispensables para el desarrollo de las zonas rurales y para la alimentación de las ciudades, formar jóvenes y formar formadores, de animar redes cooperativas inventando nuevas maneras de aprender y de emprender a la hora de Internet….las modalidades de ejercicio del trabajo humano se refieren a todas las actividades económicas y a todas las maneras de organizarlas. Sin contar el trabajo sobre sí mismos que exige el acuerdo con colegas productores, con los beneficiarios y los clientes en la realización responsable de las tareas y misiones.
La masa de energía, conocimientos y capacidades así movilizada por los humanos – y que estos casos no hacen más que mostrar- es una fuerza que raramente se considera al nivel del papel productivo que realmente desempeña. Esta falta de reconocimiento del trabajo humano como forma esencial de inversión en la economía es un error a la luz de los hechos y una injusticia contra las personas.
“No tenemos en nuestras manos la solución de los problemas del mundo… pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”. Todas las experiencias que componen el libro, cada una a su manera, ponen en acción el espíritu de esta frase del monje y escritor argentino Mamerto Menapace.
Esta visión nos invita a no sufrir la economía, sino a construirla para que cada persona y todas las personas vivan de pie desarrollando todas las dimensiones de su ser. Es la principal lección que queremos compartir para avanzar hacia una economía humana. Y estos ejemplos nos muestran la vía.
Todos estos casos destacan la importancia del papel de la educación escolar y popular, de la formación profesional y ciudadana. Todos aplican capacidades de innovación e iniciativa especialmente útiles para humanizar los cambios tecnológicos y económicos en curso. Todos ilustran la fuerza y la eficacia de enfoques basados en métodos participativos, posicionamientos inclusivos y estrategias construidas en torno a fuertes opciones basadas en los valores de igual dignidad, solidaridad y justicia.
El papel central de la persona humana
Lo inaceptable y lo prometedor: estos dos aspectos de la realidad económica que acabamos de mencionar se entrecruzan en todas las sociedades y en lo vivido por cada persona e inspiran dos visiones de lo humano.
Una se centra en el individuo, tiende a considerar los conjuntos humanos como masas, y por detrás de las apariencias predica la uniformidad.
La otra se basa en la persona, ubicada en colectivos respetuosos de la singularidad y de la parte de universalidad de los humanos, y cultiva la diversidad.
En la economía dominante, tal como se practica hoy y es teorizada, el hombre no es una persona en relación con otros, sino un individuo que satisface sus necesidades y sus deseos. El individuo es un productor o un consumidor según los momentos del día. Cuando los hombres piensan como individuos, desarrollan estructuras que refuerzan el individualismo, descuidando las interdependencias, el sentido del bien común, la preocupación por las generaciones futuras y las exigencias de la justicia.
Al contrario, las iniciativas locales que conducen a una condición más humana son todas la obra de personas que establecieron relaciones con otras personas para fijar con ellas los objetivos y los medios de alcanzarlas. Cada una se alimentó y fue enriquecida por sus relaciones con otros, y los proyectos que construyeron colectivamente permitieron a todos desarrollar y aplicar sus capacidades.
El ser humano considerado como una “persona”, es decir, como un ser de relaciones, es el protagonista de la economía humana.