La necesidad de un debate integral sobre el desarrollo de agro-combustibles en la Argentina 
                           Mónica B. Wehbe, H. Martín Civitaresi & Ivan Tarasconi 
                            
                           Introducción
                           Es innegable que los agro-combustibles son parte de un  futuro que ya llegó. Los agro-combustibles, al igual que otros biocombustibles  cuyo origen no proviene de cultivos agrícolas, se van configurando como una  alternativa viable a los combustibles fósiles, a la vez que representan para  las regiones productoras, sobre todo en aquellos países de menor desarrollo,  una eventual estrategia de diversificación de su economía rural y de agregación  de valor a la producción primaria que podría favorecer el aumento del empleo y  de los salarios en algunas de sus áreas rurales (UNCTAD, 2006). 
                           Concientes de ello, los gobiernos se han encargado de  generar una demanda cautiva de agro-combustibles a partir de leyes que  promueven la inversión y el crecimiento de esta industria, aún incipiente en la  mayoría de los países en desarrollo. En el caso de la Argentina, el gobierno  nacional aprobó la Ley  26093/06, a la cual se han sumado una serie de normativas provinciales que  adhieren a dicha Ley, que establece un marco regulatorio en el que se destaca  la obligatoriedad en una  mezcla del 5%  de biocombustible en los combustibles fósiles de consumo interno a partir del  año 2010 y un régimen promocional a su producción. Cubrir esta demanda interna  cautiva y las exportaciones proyectadas por las mayores empresas productoras,  especialmente las de biodiesel producido a partir de aceite de soja, representa  para los productores un incentivo adicional para una mayor expansión y  especialización de su actividad agrícola. 
                           En este marco, es posible vislumbrar algunos inconvenientes  latentes de la promoción de esta industria para el caso de Argentina. La  posibilidad de obtener combustibles a partir de materias primas agrícolas (lo  que se denomina cultivos energéticos) lleva a profundizar la rivalidad entre  disponibilidad y acceso a los alimentos, al menos en el corto y mediano plazo.  Asimismo, es probable que la producción de agro-combustibles acreciente la  tendencia a la especialización en cultivos de cosecha, especialmente la soja,  desplazando a otros cultivos y a la ganadería e intensificando el uso de  tecnologías de producción altamente extractivas y con fuerte impacto ambiental.  Por último, es de esperar que la actual estructura altamente concentrada de  productores y procesadores de materia prima se agudice ante la mayor demanda. 
                           Basado en estas consideraciones, resulta apremiante la  necesidad de un análisis sobre el conjunto de impactos que la producción de  agrocombustibles podría tener sobre los aspectos sociales, ambientales y  económicos, especialmente los impactos referidos al sector agrícola. Sin  menospreciar la contribución que puede tener esta producción en el crecimiento  del país, es claro que existen una serie de interrogantes aún no resueltos. De  manera no exhaustiva es importante realizarse preguntas desde distintas  perspectivas: desde lo económico, ¿son los biocombustibles alternativas  rentables dadas las inversiones requeridas para su desarrollo y sus costos de  producción?; desde lo social, ¿es la producción de biocombustibles una alternativa  productiva para los actores de menor escala en las diferentes etapas del  proceso, sean estas actividades agrícolas, de procesamiento o de  comercialización?; desde lo ambiental, ¿se han considerado todos los impactos  ambientales, positivos y negativos de la producción de los biocombustibles, más  allá de los posibles beneficios derivados de la reducción en la emisión de  gases de efecto invernadero cuyos principales responsables son los países  desarrollados?; desde lo institucional, ¿está la Argentina en condiciones  de regular o direccionar la producción de este tipo de energía, atenuando los  efectos de concentración y falta de regulaciones que han caracterizado al  sector de hidrocarburos? 
                           Es necesario entender que la presencia de variados grupos de  interés con prioridades e interpretaciones diferentes dificulta el análisis y  la evaluación de los múltiples y contradictorios impactos que traerá el  desarrollo de esta industria en nuestro país. Precisamente ésta es la causa por  la cual resulta imprescindible acelerar el debate público que incluya a las  instituciones de investigación pública y privada, gobiernos y organizaciones de  la sociedad civil, para definir los `términos de referencia` bajo los cuales el  conjunto de la sociedad argentina - y no sólo particulares grupos de interés-  desea incorporarse a esta nueva alternativa productiva y energética. 
                           Definir dichos términos requiere en primera instancia la  generación de conocimiento, y fundamentalmente, la evaluación de diferentes  escenarios en el desarrollo de tal alternativa productiva y la difusión de sus  posibles consecuencias e impactos. Este trabajo presenta dos posibles  escenarios establecidos a partir de las tendencias actuales de la producción de  biocombustibles en Argentina: el primer escenario refleja una situación en la  que la producción de biodiesel induce a un incremento en la proporción de  superficie sembrada con soja y no se plantea ningún tipo de regulación sobre  las áreas destinadas a su producción; el segundo, presenta la situación posible  en caso de intervención, por parte del Estado nacional, para regular las áreas  destinadas a la producción de soja con el fin de evitar un aumento en la  superficie plantada destinada a abastecer la producción de biodiesel. A esto se  suma una discusión final en torno a la necesidad de fomentar escenarios  alternativos basados en estrategias de ordenamiento del espacio rural y  mecanismos de consulta. 
                           En la siguiente sección se plantean los principales ejes que  a nivel internacional se debaten en torno a los biocombustibles y en particular  el caso de aquellos que utilizan como materia prima cultivos agrícolas,  haciendo referencia explícita a las implicancias del monocultivo. En la sección  tercera, se analiza el marco institucional de promoción de los biocombustibles  en Argentina (Ley Nacional de Regulación y Promoción de Biocombustibles), las  proyecciones de demanda y producción que de dicha Ley se desprenden y un  comportamiento estimado de la curva de oferta interna. Basado en estas  proyecciones, se presentan, en la sección cuarta, dos escenarios basados en los  requerimientos de materia prima en función de las tendencias actuales. A modo  de escenario alternativo a los anteriores se discute, en la sección quinta, la  necesidad de considerar nuevos mecanismos de intervención para dar solución a  los problemas sociales y ambientales que el desarrollo de esta industria  pudiera traer aparejados. 
                           Intereses globales, políticas de Estado e impactos locales
                           El interés mundial en la producción y uso de biocombustibles  descansa, por una parte, en la necesidad de resolver los problemas de la  escasez y costo del petróleo, y por otra, la preocupación en torno al  calentamiento global. Se argumenta que una solución parcial a estos problemas  puede encontrarse en el reemplazo del petróleo para el sector transporte, por  la biomasa obtenida principalmente de cultivos agrícolas en gran escala, de  allí su nombre de agrocombustibles. El origen de estos combustibles líquidos, -  bioetanol o biodiesel- incluyen el maíz, la soja y la caña de azúcar (en  Estados Unidos, Argentina y Brasil); la colza en Europa; el aceite de palma en  el sudeste Asiático; Centroamérica y el norte de Sudamérica, y la jatropha  (aunque éste no es un producto alimentario) en India y África  (UNCTAD, 2006).  
                           Existen a nivel mundial dos ejes principales por donde  transcurre el debate en torno a la promoción de esta fuente energética: los  impactos ambientales y los impactos sociales que esta industria genera. En  referencia a la dimensión ambiental, hay una pregunta central que aún no ha  podido ser aclarada de manera concreta: ¿hasta qué punto los agrocombustibles  pueden contribuir con la reducción de gases de efecto invernadero? La  comprobación de su contribución es todavía muy controversial y depende, entre  otras cosas, del tipo de cultivo utilizado, del lugar donde es cultivado, dónde  es transportado, el tipo de producto final obtenido y la tecnología utilizada  tanto en la producción primaria e industrial, como en el consumo. Sin embargo,  la expansión de cultivos energéticos continuará presionando sobre la  destrucción de ecosistemas frágiles, lo que sumado a la propia producción  agrícola, se encuentra entre los mayores emisores de gases. A esto es necesario  sumarle las emanaciones de oxido nitroso proveniente de la fertilización y  pesticidas de los cultivos, como así también las emanaciones del propio proceso  de producción, transporte, etc. de los agrocombustibles (Boswell, 2007).  Adicionalmente, resultados de distintas investigaciones muestran que el balance  energético de todos los cultivos, con métodos actuales de procesamiento, gasta  más energía fósil para producir el equivalente energético en agrocombustible;  así, se señala que por cada unidad de energía fósil gastada, el retorno sería  de 0,53 unidades de energía de biodiesel proveniente de la soja y de 0,78 de  energía de metanol de maíz (Ho, 2006 citado en Bravo, 2007). 
                           En relación a su impacto social, el eje del debate se  asienta sobre quiénes serán los principales beneficiarios de la producción y  disponibilidad de biocombustibles. Por un lado, los países desarrollados buscan  asegurar su provisión de energía y reducción de sus emisiones para lo cual han  establecido políticas de promoción y protección de su producción nacional de  biocombustibles que incluyen medidas tales como tarifas, subsidios y normas los  requerimientos de estos países no sólo exceden sus posibilidades de producción  técnicas. Sin embargo, la tendencia en, sino también están preocupados por la  eficiencia en los costos y los impactos ambientales negativos. Esta situación  ha despertado el interés de los productores en países en vías de desarrollo los  cuales podrían convertirse en potenciales proveedores. Estos países, por su  parte, tratan de sustituir sus importaciones de petróleo o bien agregar valor a  sus exportaciones (Junk et al, 2007). Sin embargo, la ausencia de precios de  referencia a nivel internacional y de políticas internas en cada uno de los  estados que direccionen el desarrollo de esta actividad podría desvirtuar el  beneficio esperado. Adicionalmente, si bien algunos organismos internacionales  (UNCTAD, 2006) sostienen que mediante su fomento se podrían lograr buenos  resultados en países donde la energía es escasa e imprescindible para su  crecimiento y donde se pueden obtener cultivos en ambientes no aptos para la  producción de alimentos, también alertan, al igual que diferentes  organizaciones no gubernamentales, sobre las consecuencias negativas de la  expansión de los monocultivos alrededor del mundo. 
                             Si bien existen algunos intentos de lograr un consenso en  este debate, aún altamente controversial a escala global, la producción crece a  tasas exponenciales consecuencia del fomento de esta industria por parte tanto  de actores públicos como privados. Entre los impactos negativos que ya pueden  percibirse se puede mencionar el que los agrocombustibles sean fuertemente  promovidos, entre otros, por nuevas asociaciones corporativas entre  agro-negocios, compañías de biotecnología, petroleras y automotrices. En el  caso de Argentina, empresas como Cargill, Repsol, entre otros, son las que se  configuran como los principales inversores a partir de la apertura de nueve  plantas en la región pampeana. Otro ejemplo es la producción de etanol en  Estados Unidos obtenido del maíz y su dependencia de las importaciones de México  de dicho grano. Debido al poder de compra de las industrias de bioetanol, el  precio del maíz ha llegado a 163 dólares la tonelada (20.02.07) y podría subir  a 200 cuando se incorporen a la producción las plantas en construcción. Si esta  tendencia se mantiene, el incremento en los precios se trasladaría a otros  productos alimentarios elaborados con maíz, contribuyendo con el incremento  generalizado en el precio de los alimentos (Muñoz, 2007). Por su parte, la  producción de biodiesel en la   Unión Europea ha incrementado sustancialmente el precio del  aceite de colza y por ende los costos de la industria agroalimentaria europea  (CITA/ Boswell). 
                           Un eje de discusión transversal es el relacionado con la  expansión de los regímenes agrícolas de monocultivo a consecuencia del cambio  desde la producción de alimentos a la producción de insumos para la industria  (particularmente la industria alimentaria de los países del Norte), lo cual  tiene no solo implicancias ambientales, sino peor aún sociales. En este contexto  la expansión de los monocultivos podría ser aún mayor, fruto de los  requerimientos provenientes de la producción de biocombustibles. Ante este  panorama, es importante volver a preguntarse ¿Cuáles serán las consecuencias  para los países en desarrollo si éstos serán los que deban cubrir la demanda de  cultivos para los biocombustibles que consumirán los más desarrollados?, ¿Qué  impactos ecológicos y sociales se puede esperar de esta energía alternativa  obtenida de bosques o tierras agrícolas en los países del Sur? Los beneficios y  costos de los biocombustibles no están claros y los trade-offs deberían ser  determinados y analizados entre todos los ‘jugadores’ (Dufey, 2007). 
                           Algunas evidencias en torno a la expansión de los  monocultivos
                           Parte de las respuestas a  las preguntas planteadas en el párrafo  anterior puede obtenerse de la revisión de algunos de los impactos que han  tenido lugar en muchas regiones en desarrollo como resultado de las  ‘oportunidades’ abiertas por la industria alimentaria internacional. Estas  oportunidades significaron, en la mayoría de los casos, el establecimiento o  fortalecimiento de sistemas de monocultivos que relegaron la producción de  estos países a los eslabones más primarios de las cadenas de agroalimentos -  sean ‘commodities’ o ‘specialties’-, e implicaron un alto costo social y  ambiental.  Entre los costos sociales se  destacan la concentración de la propiedad y tenencia de tierras y, por lo tanto  de los ingresos que genera, y la amenaza a comunidades rurales a través de la  reducción de tierras destinadas a la producción de alimentos y desplazamientos  de población, muchas veces con el uso de la violencia. Desde lo ambiental, la  destrucción de montes, bosques y humedales, procesos de desertificación,  pérdida de biodiversidad, agotamiento de suelos y contaminación de suelos y del  agua. 
                            Un ejemplo paradigmático de esto ha sido el caso de cultivo  de soja en  América del Sur. Brasil,  Argentina y Paraguay contribuyen hoy al 44% de la producción mundial de soja,  la cual está destinada casi exclusivamente a los mercados de exportación.  Ayudaron a esta expansión la situación favorable en los mercados  internacionales y las políticas internas que propiciaron un profundo cambio  tecnológico. Sin embargo, los gobiernos de estos países, intencionalmente o no,  no fueron capaces de actuar institucionalmente   para salvaguardar a sus poblaciones más débiles ni su medioambiente. La  experiencia argentina de los últimos 15 años ha tenido consecuencias poco  atractivas en los aspectos sociales y ambientales de su desarrollo. Por una  parte, la especialización productiva del sector primario ha venido de la mano  de un proceso de concentración de la tierra que se evidencia en un aumento del  25% en el tamaño promedio de las unidades de explotación agrarias, la disminución  promedio del 21% en el número de explotaciones y de la cantidad de hectáreas  explotadas por sus propietarios, y la creciente penetración de capitales  externos al sector primario (Civitaresi, 2007). Las evidencias de estos  procesos en el país han sido mostradas por un sin número de investigadores  nacionales y extranjeros, así como también por una gran cantidad de  organizaciones de la sociedad civil. 
                           También es posible evidenciar procesos de degradación de  suelos, desertificación e incremento de procesos erosivos. Estos impactos  ambientales negativos son resultado de la sobreexplotación de los recursos  naturales como consecuencia de la especialización en un solo cultivo, de la  ampliación de superficies cultivadas hacia zonas de bosques y montes naturales,  como así también de la creciente utilización de agroquímicos. Walter Pengue  (2002), en un análisis realizado respecto de los impactos de las tecnologías  relacionadas a la producción de soja, sostiene que los impactos de las nuevas  tecnologías -siembra directa, glifosato y sojas RR- no son favorables desde el  punto de vista ambiental por los efectos contaminantes del uso del herbicida,  el uso inadecuado de los métodos de labranza cero, sumado a la ausencia de  estudios específicos acerca de las implicancias de la utilización de organismos  genéticamente modificados, especialmente sobre la salud humana. 
                           Dichos impactos sociales y ambientales son más fácilmente  comprendidos y reconocidos por la sociedad a escala local. A modo de ejemplo,  citamos a continuación los resultados de un Taller realizado a fines de 2004  por investigadores de la   Facultad de Ciencias Económicas y de la Unidad de Extensión Río  Cuarto del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) denominado  “Realidades en la cadena de la   Soja en Córdoba”, que contó con la presencia de productores  agropecuarios, directivos de empresas proveedoras de insumos agrícolas,  dirigentes de la   Sociedad Rural, técnicos del INTA e investigadores de la UNRC. En el taller, los  diversos actores mencionaron las siguientes debilidades socioeconómicas de la  producción de soja en la región: a) La creciente dependencia económica en un  solo producto; b) el marcado aumento de la dependencia tecnológica; c) el  reemplazo de actividades productivas acorde a las condiciones agroecológicas  particulares de la región; d) la concentración del uso de biotecnología en  pocas manos y en firmas muy poderosas; e) la expulsión de mano de obra debido  esta actividad; y, finalmente, f) el incentivo a la producción de mayor escala  que favorece la concentración en la propiedad y tenencia de la tierra. 
                           En relación a los aspectos ambientales y sanitarios los  resultados del Taller resaltaron: a) la falta de conocimiento sobre los riesgos  ambientales por parte de los actores vinculados a esta producción; b) la soja  es uno de los cultivos más extractivos de nutrientes del suelo; c) la expansión  del área sembrada lleva a usos de suelos débiles y no existe una legislación  que impida hacer soja en regiones agro ecológicas frágiles (susceptibles a erosiones,  que puedan conducir al deterioro del ambiente); d) la clara tendencia hacia el  monocultivo; e) el manejo de las malezas en el cultivo de soja se asienta en el  uso de tecnología de insumos; f) el surgimiento de malezas resistentes al  glifosato; g) la ausencia de políticas agropecuarias que fomenten una mejor  rotación de cultivo; y, finalmente, h) el peligro potencial en la proliferación  de plagas, teniendo en cuenta el alto porcentaje de realización del cultivo  (ejemplo roya, hongos del suelo, etc.) (IDR, 2004). 
                           Con el advenimiento de los agro-combustibles todos estos  factores podrían llegar a profundizarse, incrementando así el conjunto de  debilidades de las diferentes regiones agrícolas de nuestro país, como así  también a otros sectores productivos. Adelantando algunas consideraciones  respecto del sector industrial, la producción de los agrocombustibles en  general, y del biodiesel en particular, devendría de una industria que nace  concentrada. Tanto las grandes transnacionales de agroalimentos como aquellas  productoras de energía son las que hasta ahora han llevado adelante las mayores  inversiones para el desarrollo de esta industria. Parece entonces un exceso de  optimismo pensar que pequeños productores agrícolas y aún industriales no van a  encontrar obstáculos en la participación en esta nueva alternativa (Civitaresi,  2007). 
                           En esta sección se ha pretendido argumentar que, sobre  problemas irresueltos de relativa importancia existentes en el sector agrícola  argentino, se cierne la amenaza de su profundización consecuencia del  surgimiento de la industria de agrocombustibles. En este sentido, aunque la Ley Nacional sobre  Biocombustibles y algunos gobiernos provinciales intentan regular y promover  este nuevo mercado, no contempla aquellas amenazas. 
                           Tendencias actuales frente a la regulación y promoción de  biocombustibles en Argentina
                           El marco institucional
                           Existen dos antecedentes institucionales importantes en la  promoción de biocombustibles en Argentina que muestran las inconsistencias, en  cuanto a la orientación de las políticas, en la promoción de biocombustibles y  que  además, constituyen el marco en el  que surge la nueva ley. En el 2001, la Secretaría de Energía lanza un Plan de  Competitividad para Biodiesel orientado al transporte y la maquinaria para el  sector agrícola con un incentivo basado en la exención y disminución de  diversos impuestos a la producción. Al mismo tiempo, la Secretaría de Ambiente  y Desarrollo Sustentable establece el Programa Nacional de Biocombustibles,  quedando en el 2004 en manos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y  Alimentación (SAGPyA). Estas dos iniciativas parecen orientarse a objetivos  diferentes; mientras que entre los objetivos de la SAGPyA están el desarrollo  rural de pequeña escala y la autonomía local en la provisión de energía, la  visión de la Secretaría  de Energía se enfoca en el desarrollo de una industria a gran escala a través  de la inversión por parte de la industria aceitera y las compañías de petróleo.  (Shafik y Marcus, 2005). 
                           La actual Ley 26093/06 denominada Régimen de Regulación y  Promoción para la   Producción y Uso Sustentable de Biocombustibles,  conjuntamente con el decreto 109/2007 que la reglamenta, generan un marco  regulatorio de carácter general relativo a la producción, comercialización y  uso de biocombustibles en el territorio nacional y un régimen promocional para  su producción. Respecto a la producción, comercialización y uso, la Ley obliga a mezclar  combustibles fósiles con biocombustibles en un porcentaje mínimo del 5% en  nafta, gasoil y diesel oil para consumo interno para el 2010 y exige al Estado  Nacional y a emprendimientos privados ubicados sobre ríos, lagos y lagunas,  especialmente dentro de la jurisdicción de parques nacionales o reservas  ecológicas, a utilizar biodiesel o bioetanol en un porcentaje a determinar y  biogás en estado puro. Establece, además, que la Autoridad de Aplicación  (AA) es la Secretaría  de Energía del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y  Servicios y en los  temas de promoción de  carácter tributario o fiscal es el Ministerio de Economía y Producción. Entre  las funciones de la   Secretaría de Energía se destacan, además de autorizar el  funcionamiento de plantas de producción, mezcla y comercialización, el cálculo  anual de  las cantidades de biocombustible  necesarias para proceder a la mezcla y la determinación de los precios  aplicables a las entregas de biocombustibles necesarios para cubrir la cuota  obligatoria (Ley 26093/06). 
                           Respecto del Régimen Promocional establece incentivos  fiscales a la producción, priorizando la promoción de pequeñas y medianas  empresas, de productores y cooperativas agropecuarias y de economías  regionales, aunque no define la existencia de zonas prioritarias. Los  incentivos consisten en la amortización acelerada en los impuestos a las  ganancias de bienes de capital, devolución anticipada del Impuesto al Valor  Agregado durante un plazo de 15 años y una amplia exención en el impuesto a los  combustibles líquidos y gaseosos. A cambio de estos incentivos, los beneficiarios  deberán comercializar en el mercado interno la totalidad de su producción de  biocombustibles para la mezcla con combustibles fósiles a partir del momento en  el que la mezcla del 5% sea obligatoria. Si hubiera excedentes la AA podrá autorizar otros  destinos, pero los volúmenes así comercializados no gozarán de los beneficios  promocionales del régimen. 
                           Si bien se ha reglamentado la Ley, todavía existen temas no resueltos que  deberán ser incorporados en reglamentaciones complementarias. Uno de los más  importantes refiere a incertidumbre en cuanto al precio al que se  comercializarán los volúmenes necesarios para cubrir el corte obligatorio, el  cual será fijado por la AA  y del cual depende la viabilidad económica de proyectos de pequeña y mediana  escala. Asimismo, el Decreto podría acotar los beneficios promocionales de  proyectos impulsados en forma general por la ley. Por ejemplo, en el caso de  que la producción del conjunto de proyectos PyME supere el volumen requerido  anualmente para la mezcla obligatoria, sería probable que no puedan gozar de  beneficio alguno (Astrada, 2007). 
                           Sumándose a algunos de estos vacíos  legales, aparecen los diferentes regímenes de  promoción que ya han adoptado aproximadamente la mitad de las provincias  argentinas, entre los que se destacan los de las Provincias de la Mesopotamia, Mendoza,  San Juan, Santa Cruz, Neuquén, Río Negro, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. En  este último caso se refiere fundamentalmente a promociones para la radicación,  ampliación de capacidad productiva, créditos y obras de infraestructura, sin  condicionar el goce de sus beneficios según mercado de destino u origen de las  inversiones (ibid).  
                           Las proyecciones de demanda y producción
                           Cubrir la demanda interna de biocombustibles para el 2010 a los efectos de  mezclar el 5% de acuerdo a la Ley  supondrá la necesidad de contar con 717.000 m3 de biodiesel y 180.000 m3 de bioetanol  (Tabla 1). Estos valores representan en términos de granos, entre un 7 y un 10%  de los valores de producción actual de soja -dependiendo de las condiciones  climáticas del año y la relación precio/costo de insumos-, y entre el 8 y 10%  de la superficie hoy destinada al cultivo de la soja (2007). En el caso del  maíz, representa un 3,2% de la superficie destinada a dicho cultivo. A pesar  que existen varias alternativas a estos dos cultivos, tanto para la producción  de bioetanol como biodiesel, son actualmente los cultivos de mayor rentabilidad  por lo tanto los que se espera estén disponibles, con menor costo y en el corto  plazo, como materia prima para la industria. 
                           Más aún, los anteriores cálculos sólo corresponden a las  necesidades para cubrir el 5% del consumo interno, el interrogante mayor  deviene del hecho de que la mayoría de las grandes plantas ya instaladas en el  país y en vías de instalación (Unitec Bio, Cargill, Repsol, Aceitera General  Deheza, Molinos Río de la Plata,  entre otros) son plantas que tienen como objetivo la exportación de biodiesel  obtenido a partir del aceite de soja. Según la Asociación Argentina  de Biocombustibles e Hidrógeno, para el 2008 se prevé un crecimiento  exponencial de la producción y exportación de biodiesel hasta llegar a los  1.100 millones de dólares (frente a los 268 millones en el 2007 y los 300 mil  dólares en 2006) basándose en la apertura de nuevas plantas dentro de la región  pampeana; Louis Dreyfus planea producir en la que será la planta más grande del  país, 300.000 toneladas y otras corporaciones que inaugurarán plantas son  Vicentín, el Grupo Eurkenian, Molinos Río de la Plata, Patagonia Bio Energía  y Explora (Diario Clarín, 20/01/08, pp 18). 
                           Comportamiento estimado de la curva de oferta interna
                           En lo relativo a la incertidumbre sobre el precio al que se  comercializaran los volúmenes necesarios para cubrir el corte obligatorio, el  siguiente cuadro muestra una abstracción del comportamiento estimado para la  curva de oferta interna de biocombustibles para el año 2010. En la Figura 1 se observa una  curva de oferta quebrada con un primer tramo creciente. Debido a que la demanda  de biocombustibles para consumo nacional pretende ser satisfecha con la  producción de los productores que se beneficien de la Ley, esta gráfica representa  la oferta de biocombustibles por parte de estos actores. 
                           Existirá un precio (P1) a partir del cual los proyectos de  mayor escala comenzaran a ser rentables. A mayor precio más proyectos se  incorporaran a la producción, ampliando las posibilidades para los productores  de menor escala y aumentando las cantidades ofrecidas en el mercado interno.  Habiéndose cubierto el corte obligatorio por ley (5%) la curva de oferta  entrara en su tramo vertical. 
                           Sin embargo la   AA podría habilitar a los productores que se benefician de la Ley a comercializar en el  mercado internacional la producción que exceda al porcentaje fijado o aumentar  éste porcentaje exigido. Si lo primero fuera cierto, los productores tendrían  el comercio internacional como un incentivo adicional para incrementar su  producción, pero esta responderá a los precios internacionales, los cuales se  estima podrían ser mayores a los internos. Este hecho se encuentra representado  por el tramo más elástico en la gráfica. 
                           La no existencia de un precio interno de referencia hace  surgir una serie de interrogantes e hipótesis: 
                           ¿Cuál será el precio a partir del cual los proyectos  promovidos alcanzarán a satisfacer el 5% de corte obligatorio para 2010? El  precio de referencia debería ser igual o mayor que el precio de quiebre en la  curva de oferta. Esto permitiría satisfacer la demanda interna y mantener en  equilibrio al nuevo mercado. 
                           ¿Qué sucede si el precio fijado es menor al requerido para  alcanzar el nivel de producción que cubra el corte obligatorio? En este caso la AA puede autorizar la compra  del faltante para la mezcla a los sujetos no promovidos por la ley pero no al  precio interno de referencia sino al precio internacional. 
                           ¿Cuál será la escala productiva que haga rentables los  proyectos? ¿Habrá lugar para los proyectos de menor escala? Esto dependerá no  sólo del precio de referencia que sea fijado, sino también de los diferentes  subsidios y promociones a la producción que sean otorgados y de los estímulos  para la incorporación de tecnología de punta que abarate los procesos  productivos. Ambos aspectos amplían el rango de posibilidades para la  incorporación de la pequeña escala. 
                           La falta de un precio de referencia dificulta la  incorporación a la producción por parte de los pequeños y medianos proyectos ya  que estos necesitan realizar evaluaciones de viabilidad económica para  emprender las inversiones pertinentes y el dato más importante para tal tarea  no existe. A pesar de esto y basados en el marco institucional, y las  estimaciones de oferta total y demanda futura de agrocombustibles presentados  en esta sección permiten definir cierta tendencia sobre la cual es posible  construir y evaluar distintos escenarios acerca del desarrollo de esta  industria como así también alertar de sus posibles impactos al conjunto de la  sociedad argentina. 
                           Dos escenarios basados en las tendencias actuales
                           Mirando hacia el futuro, y frente a la certeza de una mayor  demanda de soja -en grano o aceite-, para exportar o para abastecer a la industria  radicada en nuestro país, existen algunos escenarios a analizar en lo que  respecta a biodiesel exclusivamente. 
                           Escenario 1
                           La producción de biodiesel induce a un incremento en la  proporción de superficie sembrada destinada a soja y no se plantea ningún tipo  de regulación sobre las áreas destinadas a su producción. 
                           Posibles efectos: 
                           Un creciente desplazamiento de las actividades ganaderas  significaría una fuerte presión al incremento de precios de los alimentos  comparativamente más importantes dentro de la dieta nacional, ya sea por la  menor oferta o por los mayores costos de producción, afectando el acceso a los  alimentos de una parte creciente de la población. De hecho, ya se empieza a  vislumbrar el impacto sobre los costos de producción de aves de corral, y  ganado porcino y vacuno tanto de carne como de leche. Según el propio  presidente de la   Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno “en los  últimos meses los biocombustibles hicieron que el precio de la carne suba un  30% a nivel mundial” (Perfil, 28.02.2007). Por su parte, El Ing. Daniel Rearte,  Director de Ganadería de la   SAGPyA, considera que recomponer o incrementar la producción  de carne de nuestro país podría lograrse con la tierra disponible actualmente,  sin embargo, esto requerirá de fuertes inversiones en el sector. 
                           En el caso que sólo se desplacen otras actividades  agrícolas, disminuiría la diversidad en la producción, tendiendo a generar una  cadena de efectos. En primer lugar, un incremento inmediato en el precio de  alimentos para consumo humano y animal (se producirían menos cereales y otros  granos oleaginosos). En segundo lugar, y en un plazo no demasiado largo, podría  esperarse un importante incremento en los costos de producción primaria de la  misma soja como consecuencia de la necesidad de reponer fertilidad y materia  orgánica a los suelos y el creciente uso de fertilizantes y biocidas.  Finalmente, el impacto de todo lo anterior afectará la vulnerabilidad, sobre  todo de pequeños y medianos productores agrícolas, frente a la pérdida de  diversidad productiva e incrementos en los costos de producción, aumentando sus  sensibilidad a diferentes eventos, incluidos aquellos provenientes del cambio  climático (Eakin y Wehbe, 2007). 
                           Finalmente, si se amplia la superficie hacia las 50 millones  de hectáreas sobrevivientes de bosques o montes, los efectos serían claramente  mayores en términos ambientales, por el uso de ecosistemas frágiles, y más  importante aún, los impactos sociales serían mayores por el desplazamiento de  la población campesina que habita esas regiones y cuyos medios de vida difieren  significativamente de la producción de cereales y oleaginosas en gran escala. A  modo de ejemplo, “la reserva protegida de bosques situada en el departamento  Anta de la Provincia  de Salta, se dividió este año en lotes de 2000 hectáreas para  su incorporación al área de producción de soja” (Valente, 2007). Otro ejemplo  del impacto social y económico de esta alternativa lo constituye la creciente  vulnerabilidad de poblaciones y cultivos a los impactos de eventos climáticos,  tales como sequías o inundaciones (Econoticias, 2007). 
                           Escenario 2
                           Se plantea que podría existir algún tipo de regulación sobre  las áreas destinadas a la producción de la soja tal que no se incremente su  superficie plantada destinada a abastecer a la producción de biodiesel. 
                           Suponiendo que no cambian las hectáreas destinadas a ‘otros’  productos agropecuarios en general, ni tampoco se amplía la frontera agrícola  hacia zona de bosques o montes, y se mantienen los actuales niveles de producción  de soja, estos fluctuarían principalmente en función de las condiciones  climáticas reinantes. Por lo tanto, frente a la mayor demanda, consecuencia del  desarrollo de la industria del biodiesel, existirá una fuerte presión sobre el  precios de los granos y del aceite de soja, afectando la propia competitividad  de la producción del biodiesel. Una manera de evitar este incremento en los  precios sería a través de una mejora de la productividad con mayor tecnología,  ya sea nueva o disminuyendo la brecha tecnológica entre productores. 
                           El primer caso, y solo si tratara de insumos  comercializables, redundaría en beneficios a las empresas proveedoras de  tecnología y el impacto sobre el ambiente podría no ser mejor. Concretamente,  los sistemas puros de monocultivo son altamente susceptibles a ser afectados  por insectos, pestes y enfermedades dado que, a partir del uso intensivo de  agroquímicos declina la cantidad de organismos beneficiosos y nutrientes del  suelo y provoca resistencia de malezas y enfermedades existentes o el  surgimiento de nuevas (Thrupp, 2000). 
                           De la segunda opción podrían esperarse algunos beneficios  sobre los productores más rezagados, pero se requerirá de fuertes inversiones  en investigación y desarrollo y la difusión de nuevas tecnologías. Más aún,  para que ello suceda se requerirá de medidas de política económica con un  fuerte incentivo a la no expansión del área sembrada con soja y a un mayor  desarrollo tecnológico, la cual a su vez requerirá de fondos públicos para su  implementación. 
                           La vasta información con la que se ha bombardeado a la  opinión pública respecto de los beneficios económicos y ambientales que  traerían aparejados para la   Argentina la producción, uso y exportación de biocombustibles  en general, y del biodiesel en particular, contrasta con la existencia de  ciertos problemas ya existentes, las tendencias de algunas variables  significativas y los escenarios construidos basados en ellas, como así también  con la evidencia mostrada por una gran cantidad de investigadores, organizaciones  sociales y ambientalistas alrededor del mundo. El creciente costo interno de  los alimentos, el desplazamiento de poblaciones campesinas, los problemas  ambientales y de salud humana y de uso de los suelos deberían alertar sobre los  costos económicos y sociales que seguramente traerá aparejada la industria de  los agrocombustibles. Es por ello que resulta necesario pensar en un escenario  alternativo en el que se persiga, al menos, la minimización de aquellos costos. 
                           Alternativas para el abordaje de aspectos sociales y  ambientales en los agrocombustibles
                           La debilidad institucional que ha mostrado hasta ahora la  política agraria Argentina en   capitalizar de manera equitativa los beneficios de diferentes  alternativas productivas y contrarrestar sus consecuencias negativas se  evidencia nuevamente en los alcances de la Ley sobre Biocombustibles, en la cual se deja  librado al mercado los impactos que puedan resultar de los desarrollos de la  industria a gran escala. Dicha debilidad también se manifiesta en los nuevos y  crecientes reclamos por parte de los movimientos sociales y ambientalistas  nacionales que no logran materializarse en acciones coordinadas en torno a la  reducción de los costos. 
                           A los efectos de afrontar esta debilidad, se requiere de la  instauración de una estrategia, a corto y mediano plazo, consensuada  socialmente y en coordinación entre el gobierno nacional, provincial y  municipal, y que permita el control y monitoreo en torno a, por ejemplo,  prácticas de ordenamiento territorial rural que contemplen las problemáticas  ambientales y sociales asociadas a la producción de biocombustibles (precio de  los alimentos en el mercado interno, consumo interno, uso sustentable del suelo  agrícola, bosques, montes y humedales, entre otros) (Montes Lira, 2001). Para  esto, es fundamental considerar la información que desde diversos institutos de  investigación, universidades y organizaciones de la sociedad civil se genera en  torno tanto a los beneficios como a los problemas que desde el punto de vista  social y ambiental han traído la especialización productiva del sector  agro-industrial. 
                           Desde el gobierno nacional y algunos gobiernos provinciales  se viene trabajando en un conjunto de leyes para la salvaguarda del ambiente,  sin embargo los problemas existen y se acrecientan, y las oportunidades que se  prevén a partir del desarrollo de los agrocombustibles en general y del  biodiesel, en particular, exacerbarán dichas problemáticas. Este fenómeno es de  escala mundial y las discusiones en torno a sus alternativas más sustentables  también lo son. Resta entonces por instaurar la discusión de dichas  problemáticas en el conjunto de la sociedad argentina, a partir de la cual  podrá realizarse un exhaustivo análisis del conjunto de alternativas posibles  para lograr la sostenibilidad de la producción de los cultivos energéticos y  ajustar las estrategias de ordenamiento territorial rural a lo planteado por  investigadores y a lo alertado por las organizaciones de la sociedad civil: 
                           Desde lo ambiental: disminuir la sobreexplotación y  contaminación de recursos agua y suelo; la promoción de cultivos energéticos  que mejor se adecuen a las características edafoclimáticas y/o socio-económicas  particulares a cada región; la limitación del uso de tierra provenientes de la  deforestación de bosques naturales y drenaje de humedales; pero  fundamentalmente controlar la disminución en la producción de alimentos claves  para el país. 
                           Desde lo social: el fortalecimiento de alternativas de  producción de pequeña y mediana escala, siendo el aspecto más importante (y el  más débil) en la producción de energía sustentable; la utilización de  mecanismos financieros (subsidios directos, derivados financieros, entre otros)  (UNCTAD, 2006); el uso de cultivos mano de obra intensivos en aquellas regiones  donde se presentan graves problemas de desempleo rural; etc. En otras palabras,  se requiere de estrategias que permitan la producción de pequeña escala para el  autoconsumo, a partir del apoyo a grupos, poblaciones o regiones que pudieran  quedar excluidas a causa de problemas de escala, financiamiento y,  fundamentalmente, de conocimiento específico en cuanto al uso de materias  primas acordes. 
                           Desde lo institucional: construir una forma de gobernancia  que permita coordinar voluntariamente las acciones de individuos y  organizaciones con capacidad de autoorganizarse y de autoejecución (Lee citado  en Olson et al, 2006). Una gobernancia de este tipo incluye una serie de  aspectos entre los cuales, y de manera no exhaustiva, podemos citar: acción  colectiva, aprendizaje a través de la experimentación y la innovación, enfoque  de redes, liderazgo, entre otros. 
                           El escenario alternativo deber ser entonces uno en que los  biocombustibles, con sus expectativas favorables y desfavorables, se constituyan  en un elemento disparador para que la sociedad argentina reoriente sus  estrategias de producción agropecuaria y agroindustrial de forma que resulte  sustentable desde el punto de vista ambiental, pero por sobre todo, inclusivo  desde el punto de vista social. 
                           Discusiones finales
                           Dada la importancia que ha adquirido en el último tiempo el  análisis de los sistemas socio-ambientales referidos a las consecuencias de  determinadas estrategias para el crecimiento y desarrollo económico, este  trabajo muestra los principales ejes del debate en torno a la promoción de los  agrocombustibles como forma de contribuir a un proceso de aprendizaje social  que permita la construcción de acciones y políticas acordes a las necesidades  de la sociedad argentina, con el fin de evitar las consecuencias nocivas que en  última década han generado la expansión del monocultivo y el uso concomitante  de tecnologías de insumos altamente extractivas y contaminantes. En este  sentido se pretende plantear que, en primer lugar, este es un fenómeno global,  que la problemática observada ha puesto en alerta a la mayoría de los países  del Sur y a muchos investigadores de los países más desarrollados, y por lo  tanto, la necesidad del debate es compartida, apoyada y multiplicada por todos  aquellos afectados. En segundo lugar, que tanto la generación de conocimiento  apropiado y su amplia difusión a todos los sectores de la sociedad, como la  discusión de alternativas entre diferentes grupos de interés resultará  absolutamente necesaria para cambiar el rumbo del desarrollo agrario en  Argentina, hacia un modelo inclusivo en términos sociales, y sustentable en  términos del manejo de los recursos naturales. 
                           En función de lo expresado en este documento se podrían  plantear entonces tres senderos alternativos para el desarrollo de los  agrocombustibles y de biodiesel en particular en Argentina: 
                           La fuerte presión de la demanda externa hacia la sustitución  de combustibles fósiles, sumado a las condiciones agroecológicas y la  competitividad agroindustrial en la producción de soja, conducirá seguramente  al desarrollo de un escenario tipo I.   Este es un escenario donde el conjunto de la sociedad desconoce o se  niega a reconocer una realidad que los afecta negativamente, priorizando la  maximización de los beneficios económicos de corto plazo. 
                           Una muy fuerte inclinación por parte del Estado nacional a  intervenir sobre la decisión de los actores privados podría llevarnos hacia un  escenario tipo II. Pero esto requerirá, no sólo de la decisión política, sino  también de una fuerte inversión en generación de información, incentivos y en  monitoreo, con lo cual no necesariamente se logrará mejorar la situación de los  diferentes sistemas socio ambientales ya afectados de nuestro país. 
                           Pero podría ocurrir también que con buena información  volcada hacia la sociedad se logre alertar sobre las dificultades que traerá  aparejada la producción de biodiesel en gran escala si es que no se ‘construye’  una alternativa que sea viable en términos de la distribución de los beneficios  económicos provenientes de la explotación de los agrocombustibles, como así  también de otras alternativas productivas para las cuales el país sigue  detentando reales ventajas comparativas. Que sea además respetuoso de cada uno  de los sistemas ecológicos que se intervengan con tales y otros fines, pero, y  fundamentalmente, que sea inclusiva en términos sociales cualesquiera sea la  región del país a la que estemos haciendo referencia. 
                           Nuevamente, y al sólo efecto de enfatizar la fuerte presión  externa de la demanda de agrocombustibles, sustentada fundamentalmente por los  grandes agronegocios, como así también otros sectores vinculados a la industria  del biodiesel, el desarrollo de tecnologías para su producción a gran escala y  la creciente expansión en las operaciones de empresas multinacionales alrededor  del mundo y de importantes empresas nacionales, convierte en innecesaria  cualquier tipo de intervención del Estado argentino para la promoción de su  producción interna que no esté directamente relacionada con el aprovechamiento  de esta oportunidad para el apoyo a grupos, poblaciones o regiones que pudieran  quedar excluidas o peor aún afectadas negativamente. 
                           Por lo tanto el desarrollo de la industria de  agrocombustibles debe y puede eventualmente constituirse en una fuente de  posibilidades para el desarrollo de poblaciones y regiones menos favorecidas en  lugar de promover la sustitución y profundización del monocultivo en zonas  aptas para la producción de alimentos o la deforestación. Más aún, cuestionarse  acerca de quién tiene el derecho sobre las tierras y cuál es el valor social de  la misma (en el sentido del valor social y ambiental de los servicios que  provee, más allá de su precio o el de sus productos) vuelve la atención hacia  algunos aspectos fundamentales: quién es el dueño de la tierra, para qué y de  qué modo está siendo utilizada, las consecuencias sociales y ambientales y las  causas político-institucionales de esta situación, pero por sobre todo esto, es  imprescindible coordinar acciones para el logro de estrategias consensuadas  socialmente sobre la base de que dicha sociedad “conoce” plenamente la  situación. 
                            
                           
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