| Bio-combustibles: Mitos de la transición de los  agro-combustibles Eric Holt-Giménez, Ph.D. El boom de los agro-combustibles
 Los países industrializados han dado lugar a un “boom de  agro-combustibles” a través de la proclamación de ambiciosas metas sobre  combustibles renovables. Los combustibles renovables deberán proveer el 5,75%  del combustible para transporte de Europa hasta el 2010; y el 10% hasta el  2020. El objetivo de los Estados Unidos es alcanzar los 35 billones de galones  por año (aproximadamente 132 billones de litros por año). Estas metas  sobrepasan significativamente la capacidad agrícola del Norte industrializado.  Bajo este contexto, Europa requeriría destinar 70% de sus tierras agrícolas a  la producción de cultivos para la producción de agro-combustibles. Toda la  cosecha de maíz y soya de los Estados Unidos necesitaría ser procesada como  etanol y bio-diesel. Los países del Norte esperan que los países del Sur  satisfagan sus requerimientos de combustibles, y sus gobiernos parecen estar  ansiosos por obedecer. Indonesia y Malasia están deforestando aceleradamente  sus bosques para expandir las plantaciones de palma aceitera destinadas a  suplir el 20% del mercado de bio-diesel de la Unión Europea. En  Brasil – donde los cultivos destinados a la producción de agro-combustibles ya  ocupan una superficie similar a la extensión conjunta de los Países Bajos,  Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña – el gobierno está planeando incrementar en  cinco veces la extensión dedicada a la producción de caña de azúcar con el fin  de reemplazar el 10% de la gasolina del mundo hasta el 2025. La rápida capitalización y concentración del poder dentro de  la industria de los agro-combustibles es asombrosa. Del 2004 al 2007, el  capital invertido en agro-combustibles se ha incrementado ocho veces. La  inversión privada está invadiendo las instituciones públicas de investigación,  como evidencia está el medio billón de dólares que la compañía British  Petroleum (BP) otorgó a la   Universidad de California. En una abierto desafío a las leyes  nacionales anti-monopolio, gigantes corporaciones de petróleo, granos, vehículos  e ingeniería genética están formando poderosas alianzas: ADM con Monsanto;  Chevron y Volkswagen; también BP con DuPont y Toyota. Estas corporaciones están  consolidando la investigación, producción, procesamiento y canales de  distribución de nuestros alimentos y sistemas de provisión de combustibles bajo  un colosal techo industrial. Los defensores de los agro-combustibles nos aseguran que  debido a que los cultivos son renovables, los agro-combustibles son  ambientalmente amigables, pueden reducir el calentamiento global y promover el  desarrollo rural. Pero el tremendo poder de mercado de las corporaciones  globales de agro-combustibles, junto con la débil voluntad política de los  gobiernos en regular sus actividades, es la receta para un desastre ambiental e  incremento del hambre en el Sur. Es tiempo de analizar los mitos que alimentan  este boom de los agro-combustibles – antes que sea demasiado tarde. Mito #1: Los agro-combustibles son limpios y “verdes”Debido a que la fotosíntesis de los cultivos destinados a la  elaboración de combustibles remueven los gases de efecto invernadero de la  atmósfera y pueden reducir el consumo de combustibles fósiles, hemos sido  informados que los cultivos destinados a la producción de combustibles son  “verdes”. Sin embargo, cuando el ciclo de vida completo de los  agro-combustibles es considerado – desde la adecuación y preparación de la  tierra hasta el consumo vehicular – el moderado ahorro en las emisiones de  gases efecto invernadero son sobrepasadas ampliamente por una emisión mucho  mayor originada en la deforestación, quema, drenaje de turba, cultivo, y  pérdida de carbón del suelo. Cada tonelada de palma aceitera producida resulta  en 33 toneladas de emisión de dióxido de carbono – 10 veces más que el  petróleo. Los bosques tropicales reemplazados por caña de azúcar para la  producción de etanol emiten 50% más gases de efecto invernadero que la  producción y uso de cantidades similares de gasolina. Con relación al balance  global de carbón, Doug Parr, científico inglés en Greenpeace menciona  categóricamente: “Incluso si cinco por ciento de los biocombustibles son  generados de la destrucción de los existentes antiguos bosques, se pierde toda  la ganancia de carbón”. También existen otros problemas ambientales. Los  agro-combustibles industriales requieren amplias aplicaciones de fertilizantes  petroquímicos, cuyo uso global – actualmente a una relación de 45 millones de  toneladas por año – tiene más que el doble de la disponibilidad biológica de  nitrógeno en el mundo, contribuyendo intensamente a la emisión de óxido  nitroso, un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de  carbono (CO2). In los trópicos – donde la mayoría de los agro-combustibles del  mundo serán cultivados pronto – los fertilizantes químicos tienen 10 a 100 veces más impacto en  el calentamiento global en comparación con las aplicaciones en suelos de climas  templados. La producción de un litro de etanol requiere tres a cinco litros de  agua de riego y genera hasta 13   litros de aguas de desecho. Requiere una energía  equivalente a 113 litros  de gas natural para tratar dichos desechos, incrementando sus requerimientos  sucesivamente de forma tal que simplemente será liberado en el ambiente y  contaminará las corrientes de agua, ríos y aguas subterráneas. El cultivo  intensivo de cultivos para agro-combustibles también dirigirá a altos niveles  de erosión, particularmente en la producción de soya – de 6,5 toneladas por  hectárea in los Estados Unidos hasta 12 toneladas por hectárea en Brasil y  Argentina. Mito #2: Los agro-combustibles no resultarán en  deforestaciónLos proponentes de los agro-combustibles argumentan que los  cultivos destinados a su producción plantados en suelos ecológicamente  degradados mejorarán, en lugar de destruir, el ambiente. Quizás el gobierno del  Brasil tiene esto en mente para re-clasificar aproximadamente 200 millones de  hectáreas de bosques tropicales secos, praderas y pantanales como “áreas  degradadas” y aptas para la producción de agro-combustibles. En realidad, estos  son ecosistemas biodiversos de la Mata Atlántica, el Cerrado y el Pantanal,  ocupados por poblaciones indígenas, agricultores de subsistencia y predios de  producción extensiva de ganado. La introducción de plantaciones de  agrocombustibles simplemente expulsará a estas comunidades hacia la frontera  agrícola de la Amazonía,  donde la deforestación será intensificada. La soya suple 40% del biodiesel del  Brasil. La NASA  ha correlacionado positivamente su precio de mercado con la destrucción del  bosque húmedo amazónico – actualmente, cerca de 325 mil hectáreas por año. El  llamado “Diesel de la deforestación”, plantaciones de palma aceitera para  bio-diesel es la primera causa de pérdida de bosques en Indonesia, un país con  uno de los más altos índices de deforestación en el mundo. En el 2020, las  plantaciones de palma aceitera de Indonesia se triplicarán hasta llegar a una  extensión de 16,5 millones de hectáreas – un área similar a la de Inglaterra y  Wales juntos – resultando en una pérdida del 98% de la cobertura boscosa. Su  vecino país, Malasia, es el primer productor de palma aceitera del mundo y ya  ha perdido 87% de su bosque tropical y continúa deforestando a una tasa del 7%  anual. Mito #3: Los agro-combustibles traerán desarrollo ruralEn los trópicos, 100 hectáreas  dedicadas a la agricultura familiar generan 35 empleos. La palma aceitera y la  caña de azúcar generan 10 empleos; el eucalipto dos; y la soya tan sólo medio  jornal por 100   hectáreas. Todos ellos pobremente remunerados. Antes de  este boom, los agrocombustibles prioritariamente suplían los mercados locales,  incluso en los Estados Unidos. La mayoría de las plantas de etanol eran  pequeñas y propiedad de agricultores. Los “grandes” del petróleo, granos e  ingeniería genética están rápidamente consolidando su control sobre toda la  cadena de valor de los agro-combustibles. Estas corporaciones gozan de un  inmenso poder de mercado. Carril y ADM controlan 65% del comercio global de  granos; Monsato y Syngenta un cuarto de los 60 millones de dólares de la  industria biotecnológica. Este poder permite a estas compañías extraer las más  lucrativas ganancias y segmentos de la cadena de valor con bajo riesgo –  insumos, procesamiento y distribución. Como resultado, los productores de cultivos  para agrocombustibles dependerán cada vez más del oligopolio de estas  compañías. A largo plazo, los agricultores no son candidatos de recibir muchos  beneficios. Los pequeños propietarios están destinados a verse forzados a  deshacerse de sus tierras. Cientos de miles ya han sido desplazados por las  plantaciones de soya en la “República de la soya”, un área de más de 50  millones de hectáreas que incluye territorios del sur del Brasil, norte de  Argentina, Paraguay y el este de Bolivia. Mito #4: Los agro-combustibles no causarán hambreEl hambre, dice Amartya Sen, resulta no de la escasez, sino  de la pobreza. Según la FAO,  existe suficiente alimento en el mundo para suplir las necesidades diarias de  3,200 calorías por persona con una dieta basada en frutas frescas, nueces,  vegetales, productos lácteos y carne. Sin embargo, debido a la pobreza, 824  millones de personas continúan sufriendo hambre. En 1996, los líderes mundiales  prometieron reducir a la mitad el hambre en el mundo hasta el año 2015. Muy poco  se ha avanzado en ello. Las poblaciones más pobres del mundo invierten del 50 –  80% del ingreso familiar total en alimentos. Ellos sufren cuando el alto precio  de los combustibles incrementa también los precios de los alimentos. Ahora,  debido a que los cultivos destinados a alimentos y combustibles compiten por el  uso de la tierra y recursos, los altos precios de los alimentos de hecho  incrementarán el precio de los combustibles. Ambos aumentarán el valor de la  tierra y agua. Este perverso espiral inflacionario pone a los alimentos y  recursos productivos fuera del alcance de los pobres. El Instituto  Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias advierte que el  precio de los alimentos básicos puede incrementar de un 20 a 33% para el año 2010, y del  26 al 135% para el año 2020. El consumo calórico típicamente declina a medida  que el precio de los alimentos incrementa en una relación de 1:2. Con cada 1%  que incremente el costo de los alimentos, 16 millones de personas son sometidas  a la inseguridad alimentaria. Si las tendencias actuales continúan, cerca de  1,2 billones de personas pueden sufrir de hambre crónica para el año 2025 – 200  millones más que lo predicho anteriormente. No se espera que la ayuda  alimentaria mundial venga al rescate ya que la producción adicional irá dentro  de nuestros tanques de gas. Lo que es urgentemente requerido es una masiva  transferencia de los recursos productivos hacia el pobre rural; y no la  conversión de la tierra en productora de combustibles. Mito #5: Una “segunda generación” mejorada de  agro-combustibles está a la vuelta de la esquinaLos proponentes de los agro-combustibles argumentan que los  actuales agro-combustibles están producidos por cultivos alimenticios y pronto  serán reemplazados por cultivos ambientalmente más amigables como los árboles y  pasturas de rápido crecimiento. Este mito, irónicamente está referido como otro  dicho, hace que los combustibles basados en alimentos sean socialmente  aceptables. La transición hacia agro-combustibles transforma el uso de  la tierra a una escala masiva, sumiendo a la producción de alimentos en una  rivalidad por la tierra, agua y recursos con la producción de combustibles. El  tema de qué cultivo es convertido en combustibles es irrelevante. Plantas  silvestres producidas como agro-combustibles no van a tener una huella  ecológica más pequeña. Ellas emigrarán rápidamente desde bosquecillos y áreas  de conservación hacia dentro de tierras arables para ser cultivadas de manera  intensiva como cualquier otro cultivo industrial, con todas las externalidades  ambientales asociadas. La industria aspira hacia cultivos genéticamente modificados  productores de celulosa que se descomponga fácilmente para liberar azúcar,  específicamente, árboles de rápido crecimiento. Los árboles son perennes y  esparcen polen a mayores distancias que los cultivos alimenticios. Los  candidatos para la producción de celulosa son miscantus o eulalia, pasto  varilla, y alpiste que especies invasivas, virtualmente asegurando una  contaminación genética. Los agro-combustibles serán los caballos de Troya  genéticos de Monsanto/Syngenta, permitiéndoles tener un control total de  nuestros sistemas energéticos y de alimentos. El etanol celulósico, un producto que ya ha demostrado tener  ningún ahorro en carbón, no va a reemplazar los agro-combustibles en los  siguientes cinco a ocho años – el tiempo necesario para evitar los peores  impactos del calentamiento global. Se requieren mayores descubrimientos en fisiología vegetal  para identificar la descomposición de la celulosa, hemi celulosa y lignina de  manera económicamente eficiente. La industria está apostando a milagros o  contando con la fianza del contribuyente. Fe en la ciencia, no es ciencia. Fe  selectiva en improbable y posiblemente una inalcanzable segunda generación de bio-combustibles–  en lugar de trabajar en la mejora de tecnologías solares, eólicas, o de  conservación – es un sesgo a favor de los gigantes de los agro-combustibles. Agro-combustible corporativo: ¿Una nueva revolución  industrial?La   Agencia Internacional de Energía estima que en los siguientes  23 años, el mundo podría producir 147 millones de toneladas de  agro-combustibles. Esta producción estará acompañada de la generación de  bastante carbón, óxido nitroso, erosión y producción de más de 2 billones de toneladas  de aguas de desecho. Sorprendentemente, este combustible a duras penas podrá  reducir el incremento anual de la demanda global de petróleo, actualmente  calculada en 136 toneladas por año – y no reducirá nada de la demanda  existente. La transición hacia los agro-combustibles está basada en una  relación de 200 años entre la agricultura y la industria que comenzó con la Revolución Industrial.  El invento de la energía a vapor prometió el fin del trabajo pesado. A medida  que los gobiernos privatizaron las tierras comunitarias, despojan a los  campesinos del aprovisionamiento de predios y jornales accesibles. Los  fertilizantes petroquímicos baratos han abierto la agricultura a la industria.  La mecanización ha intensificado la producción, manteniendo los precios bajos y  el apogeo de la industria. El segundo siglo ha visto el triple cambio global  hacia la vida urbana con mayor gente viviendo en las ciudades que en el área  rural. La masiva transferencia de riqueza de la agricultura a la industria, la  industrialización de la agricultura y el cambio urbano-rural son parte de la  “Transición Agraria”, que trasforma la mayor parte de los sistemas de  combustibles y alimentos; y estableciendo un petróleo no renovable como el  cimiento de la actual multitrillonaria industria agroalimentaria. Los pilares de la industria agro-alimenticia son las grandes  corporaciones de granos que incluye a ADM, Cargill y Bunge. De igual forma,  ellos están rodeados por una estructura formidable de compañías de  agro-químicos, semilla y maquinaria, por un lado; y procesadores de alimentos,  distribuidores y cadenas de supermercados, por el otro. En conjunto, estas  industrias absorben cuatro de cada cinco dólares del mercado de alimentos. Sin  embargo, el margen de sus ganancias se han estancado por un tiempo. Los subsidios gubernamentales y objetivos establecidos para  los agro-combustibles son la razón para la reducción de las ganancias del  agronegocio; creciendo a medida que se reduce el petróleo y concentrando el  poder de mercado en las manos de los actores más poderosos de la industria de  alimentos y combustibles. Similar a la original Transición Agraria, la Transición Corporativa  de los Agro-Combustibles “atrapará a los bienes comunes” mediante la  industrialización de lo que queda de los bosques y praderas del mundo. Esto  hará que los restantes pequeños propietarios, agricultores familiares e  indígenas se dirijan a las ciudades. La complicidad entre los gobiernos y la  industria tiene el potencial de canalizar los recursos rurales hacia los centros  urbanos en forma de combustible, concentrando la riqueza industrial. Pero esto  puede empujar a millones de personas dentro de la pobreza e incrementar las  muertes por inanición de forma dramática. La transición de los agro-combustibles padece de un defecto  fatal – no existe “nueva” revolución industrial. No hay una nueva expansión del  sector industrial que pudiera recibir comunidades indígenas, pequeños  propietarios y trabajadores rurales desplazados. No existen avances en la  producción esperando a inundar el mundo con comida barata. Esta vez, los  combustibles no subsidiarán la agricultura con energía de bajo costo. Al  contrario, los combustibles competirán con los alimentos por tierra, agua y  recursos. Los agro-combustibles van a colapsar el vínculo entre alimentos y  combustibles. La inherente entropía de la agricultura industrial ha sido  invisible todo el tiempo que el petróleo ha sido abundante. Ahora, los sistemas  alimentarios y de combustibles deben cambiar de una cuenta de ahorros a una de  cuenta corriente. Los agro-combustibles nos dirigen hacia un sobre giro.  “Renovable” no significa “ilimitado”. Mientras que los cultivos pueden ser  replantados, la tierra, el agua y los nutrientes son limitados. Pretender lo  contrario sirve a los intereses de aquellos que monopolizan dichos recursos. La propuesta de los agro-combustibles se basa en su  potencial de prolongar un sistema industrial basado en petróleo. Con un  estimado de un trillón de barriles de reserva de petróleo restantes en el  planeta, el precio de $100 por barril no está alejado. Mientras mayor sea el  precio del petróleo, el costo del etanol puede incrementar en cuanto se  mantenga competitivo. A medida que el petróleo sea más caro, la primera  generación de los agro-combustibles será más lucrativa, desmotivando al  desarrollo de la segunda generación de los bio-combustibles. Si el petróleo  alcanza un valor de $80 por barril, los productores de etanol tendrán la  capacidad de pagar $5 por aproximadamente 127 Kg (ó 32 L) de maíz, haciéndola  competitiva con la caña de azúcar. La crisis energética del planeta significa  una bonanza de $80 a 100 trillones de dólares para las corporaciones de  alimentos y combustibles. Las limitantes – no los incentivos – deben ser aplicados en  la industria corporativa de los agrocombustibles. Si los agro-combustibles van  a ser amigables con el bosque y la alimentación, la industria de granos, caña y  palma aceitera requieren un manejo, regulación y cumplimiento global estrictos.  Estándares fuertes y aplicables basados en la limitación de las áreas plantadas  de agrocombustibles son una necesidad urgente, así como suficientes leyes  anti-monopolio para prevenir la concentración corporativa. Los beneficios a  largo plazo para el área rural, serán construidos sólo si los agro-combustibles  complementan los planes de desarrollo rural sostenible a nivel local, regional  y nacional. Construyendo la soberanía alimentaria y energéticaLa   Transición Corporativa de los Agro-Combustibles no es  inevitable. No existe una razón inherente para sacrificar los sistemas y  equidad de alimentos y combustibles por la industria. Muchas de las  alternativas exitosas enfocadas al aprovisionamiento local, eficiencia  energética y bienestar humano, están actualmente produciendo alimentos y  energía en formas tales que no amenazan los sistemas alimentarios, el ambiente  ni la sobre-vivencia. La pregunta no es si el etanol o el bio-diesel tienen un  espacio en nuestro futuro; sino, si es que vamos o no vamos a permitir que un  puñado de corporaciones globales transforme nuestros sistemas alimentarios y  energéticos, destruyendo la biodiversidad del planeta y empobreciendo a la  mayoría de sus habitantes. Para evitar esta trampa debemos promover un estado  de transición agraria estable, basada en la redistribución de la tierra de tal  forma que re-pueble y estabilice las comunidades rurales deprimidas. Esto  incluye una reconstrucción y fortalecimiento de nuestros sistemas alimentarios  locales y la creación de las condiciones para la re-inversión de la riqueza  rural. Poner a la gente y el medio ambiente – en lugar que a las mega -  ganancias corporativas – al centro del desarrollo rural requiere de soberanía  alimentaria: El derecho de la gente de establecer sus propios sistemas  alimentarios. En ambas áreas, el Norte industrializado y el Sur, cientos  de miles de productores y consumidores están activamente organizados para la  defensa de sus derechos en la salud y de alimentos culturalmente apropiados  producidos de manera ecológica y por métodos sostenibles. Ellos también están  re-construyendo un sistema local de alimentos de forma que la mayor parte los  ingresos económicos y beneficios de estos sistemas se mantengan a nivel local –  no en los cofres corporativos de las agroindustrias inmensas y distantes. Ellos  están haciendo a las corporaciones agroindustriales responsables por las  externalidades que sus industrias imponen sobre las personas en forma de  hambre, destrucción ambiental y salud debilitada por los alimentos procesados  baratos. Los movimientos sociales de reforma agraria, derechos de los  indígenas, agricultura sostenible campesino a campesino, comercio ético,  mercados campesinos, agricultura apoyada por las comunidades, agricultura  urbana y desarrollo de sistemas alimentarios en los barrios, son unos cuantos  ejemplos de los amplios y multifacéticos esfuerzos por la soberanía  alimentaria. Organizaciones como Vía Campesina, el Movimiento Sin Tierra (MST)  del Brasil, la Federación  de Cooperativas del Sur de Agricultores Afro-Americanos, y la Coalición Comunitaria  por Alimentos y Justicia (Estados Unidos) están transformando la voluntad  social desde estos movimientos rurales y urbanos en voluntades políticas –  creando un cambio en sus visiones. Los movimientos defensores de la soberanía alimentaria están  ya reclamando justicia al boom de los agro-combustibles. Cuando el presidente  de los Estados Unidos, George Bush visitó Brasil para establecer una alianza  sobre etanol con el presidente Lula, 700 mujeres de Vía Campesina protestaron  ocupando el molino de caña de Cargill en Sao Paulo. Pero el desmantelamiento de  la perversidad de los agro-combustibles implica cambiar la Transición Corporativa  de los Agro-Combustibles por una transición agraria que beneficia a las  comunidades rurales – una transición que no drene el bienestar del área rural;  pero que ponga recursos en las manos de las personas rurales. Este es un  proyecto de largo impacto. Un buen siguiente paso sería una moratoria global en  la expansión de los agro-combustibles corporativos. Tiempo y debate público son  necesarios para asesorar el impacto potencial de los agro-combustibles y  desarrollar estructuras reguladoras, programas e incentivos para la  conservación y alternativas de desarrollo de alimentos y combustibles.  Necesitamos tiempo para fraguar una mejor transición – una transición agraria  la soberanía alimentaría y energética. 
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