| Biocombustibles de segunda generación Norbert Hackenberg. 
 La producción de combustibles líquidos a partir de biomasa,  o sea "biocombustibles", como alternativa a los combustibles  producidos a partir de petróleo, está actualmente creciendo con una enorme  dinámica en muchas regiones del mundo. Esta dinámica tiene sobre todo dos  razones: por un lado los precios del petróleo cada vez más altos, y por el otro  lado la promoción de los biocombustibles motivada principalmente por razones  políticas. Puesto que las fuentes fósiles de energía son limitadas, es  inevitable sustituirlas tarde o temprano por fuentes renovables de energía. El  alza de los precios de las fuentes fósiles impulsará este proceso. Entre las  fuentes fósiles de energía, el petróleo se agotará más pronto, mientras que el  gas natural y ante todo la hulla alcanzarán todavía para un tiempo bastante  prolongado. Sin embargo, las fuentes fósiles de energía son las fuentes más  importantes de generación de gases invernaderos, y en primer lugar el CO2, por  lo cual, desde la perspectiva del cambio climático, no es razonable seguir  recurriendo a estas fuentes hasta su agotamiento. Cambiar el sistema energético hacia las energías renovables  es en principio posible; el sol y el viento representan una cantidad de energía  que supera mil veces la demanda anual de energía de toda la economía mundial.  El desafío consiste en desarrollar las tecnologías adecuadas para su  aprovechamiento sostenible. Un estudio preparado recientemente por un consejo  de científicos para el Gobierno Alemán[1] llega a la conclusión que a largo  plazo la energía solar y la eólica, y eventualmente también la geotérmica,  predominarían como fuentes de energía. En lo referente a los combustibles  líquidos para el sector transporte, existe amplio consenso entre expertos y  organismos internacionales respecto a que los biocombustibles constituyen la  única opción realista de sustitución de combustibles fósiles en el futuro  cercano. La biomasa representa un potencial prácticamente inagotable.  La energía solar que recibe la tierra y que es fijada a través del crecimiento  continuo de las plantas en el planeta, supera varias veces la demanda de  energía primaria. La energía solar fijada como producción primaria neta de  biomasa corresponde a unos 50.000 millones de toneladas equivalentes de  petróleo ("Million tons of oil equivalent" = Mtoe) por año, mientras  que la demanda de energía primaria alcanza solamente 9.700 Mtoe[2]. Desde luego  estos son datos globales; por otra parte, debido a  limitaciones tecnológicas, económicas y  ecológicas, se podrá aprovechar en realidad, solamente una parte de esta  biomasa. Relevancia de los biocombustibles y tendencias de su  desarrolloEl desarrollo de los biocombustibles empezó con la  producción de bioetanol, impulsada por la llamada primera crisis del petróleo  desde mediados de los años setenta del siglo pasado, en Brasil a partir de caña  de azúcar, y en Estados Unidos, a partir del maíz. En una década la producción  de bioetanol alcanzó unos 12 millones de toneladas y se mantuvo alrededor de  este nivel hasta el año 2000. El estancamiento debió tener sus causas en el  bajo precio del petróleo durante esta época. A partir del año 2001 se presenta  un enorme crecimiento de la producción, hasta alcanzar 36,5 millones de  toneladas en el año 2006. La producción de biodiesel empezó mucho más tarde, a  inicios de los años noventa y alcanzó unos 7,5 millones de toneladas en el año  2006, mientras que la producción de bioetanol fue unas cinco veces mayor. Sin  embargo, el sector del biodiesel creció a una tasa del 33 por ciento, tasa  mucho más alta que la del bioetanol (18%)[3]. No se vislumbra un fin de este boom. Para el año 2007 se  estima la producción total de biocombustibles (bioetanol y biodiesel) en unos  54 mil millones de litros. Sin embargo, los biocombustibles representan  solamente el 1,5 por ciento de la producción mundial de todos los combustibles  líquidos, aunque el crecimiento de su producción es mucho más dinámico que el  del total de los combustibles líquidos, lo que implica que su participación en  la producción total va aumentando rápidamente. Las capacidades productivas se concentran en un número  bastante reducido de países, y están estrechamente vinculadas con su promoción  en el marco de las prioridades políticas de estos países. Tres cuartas partes  del bioetanol se producen en solamente dos países, que son Estados Unidos y  Brasil. Estados Unidos ha superado la producción de bioetanol de Brasil en el  año 2005. El resto de países siguen a estos dos, a gran distancia. En cuanto al  biodiesel, la Unión   Europea produce el 80% del total mundial. Alemania produce  casi la mitad de esta cantidad, siendo el país productor de biodiesel más  importante del mundo. No obstante existen muchos países, sobre todo en la Unión Europea,  África y el Sur-Este de Asia que están adquiriendo importancia como productores  de biocombustibles. Brasil ha iniciado un ambicioso programa cuya meta es  incrementar la producción de bioetanol a partir de caña de azúcar en un 50 por  ciento hasta el año 2009. Las fuerzas que impulsan la expansión de las capacidades  productivas y el crecimiento sostenido de la producción de los biocombustibles  son en primer lugar, las metas de mezcla obligatoria, en segundo lugar, los  importantes subsidios impositivos establecidos en muchos países, y en tercer  lugar, los fuertes intereses predominantes en el sector agrícola. La Unión Europea, como  ejemplo, ha establecido ambiciosas metas de mezcla. La Comisión Europea  estima que para cumplir con estas metas, el consumo de bioetanol crecerá de 1,5  Mtoe en el año 2007 a  más que 15 Mtoe en el año 2020, y el biodiesel de 6 Mtoe a 19 Mtoe en el mismo  período. La necesidad de desarrollar biocombustibles de segunda  generaciónEl Worldwatch Institute de Washington publicó en su sitio  web bajo la fecha del 13 de febrero de este año un breve artículo de su  Presidente, Christopher Flavin, con el título “Time to Move to a Second  Generation of Biofuels”[4]. En este artículo Flavin señala los resultados de 2  estudios científicos que han sido publicados en la revista Science y que  corroboran un argumento esgrimido por el Worldwatch Institute en su libro  "Biofuels for Transportation" (2007), en el sentido de que la  expansión de las áreas usadas para producir la materia prima para los biocombustibles  podría generar la emisión de grandes cantidades de CO2 del suelo y de la  biomasa existente. Tales emisiones contrarrestarían en consecuencia, las  ventajas presentadas por los biocombustibles en relación con su balance de  gases invernaderos. Según Flavin, de acuerdo a los resultados de estos estudios  existen casos en los cuales es posible que la producción de los biocombustibles  produzca cantidades de CO2 aún mayores a las que se busca evitar durante su  consumo. Esto ocurriría como consecuencia de convertir hábitats naturales en  cultivos energéticos, e incluso donde se convierten cultivos alimenticios  existentes en cultivos energéticos, y se expande al mismo tiempo el área  cultivada para producir los alimentos en otros lugares. La razón de este efecto  es que la biomasa existente en hábitats naturales contiene grandes cantidades  de carbono que es emitido al aire cuando estos ecosistemas se convierten en  cultivos agrícolas. En la opinión de Flavin, los dos estudios publicados en  Science reforzarían el argumento de que es urgente cambiar rápidamente hacia  los biocombustibles de segunda generación. Pero hay otros argumentos en contra de los biocombustibles  convencionales. Según Monfort, la agencia Food and Agriculture Organization  (FAO) de las Naciones Unidas habría comunicado el año pasado que la demanda de  biocombustibles habría tenido una influencia sustancial en el alza de los  precios de los alimentos que se observa actualmente en todo el mundo. Además,  según la FAO, el  precio del trigo habría doblado, las reservas mundiales de alimentos estarían  en su nivel más bajo desde hace 25 años, y la ayuda en alimentos para los  países en desarrollo habría disminuido debido a los precios elevados. Debe  quedar claro que la creciente demanda y producción de biocombustibles  representa solamente un factor en estas tendencias; existen otros factores más  que participan en el fenómeno. Varios organismos internacionales destacan que  el uso de alimentos para producir biocombustibles continuaría presionando sobre  las tierras arables y los recursos hídricos ya escasos en muchas regiones. Expectativas y ventajasEl desarrollo de los biocombustibles de segunda generación  presenta ventajas respecto de aquellos de primera generación. Se menciona: 
                             El       menor nivel de impactos ambientales;Un       mayor rendimiento en combustible o energía por hectárea, debido a que es       posible aprovechar el total de la biomasa;El       potencial encerrado en el aprovechamiento de una vasta gama de materia       prima, y en particular, de residuos o desechos como paja o madera; y,La       posibilidad de "diseñar" combustibles sintéticos a fin de       optimizarlos en cuanto a su eficiencia energética yBajo       nivel de emisiones. Muchos autores consideran el menor nivel de impactos  ambientales que presentan los biocombustibles de segunda generación en  comparación con los de la primera, como su ventaja más relevante. Algunos  estudios indican que el bioetanol fabricado a partir de lignocelulosa presenta  ventajas ambientales esenciales sobre el bioetanol fabricado a partir de maíz.  El maíz es un cultivo que requiere importantes insumos de energía y degrada el  suelo, mientras que es posible producir el bioetanol celulósico a partir de  materias primas nativas que en general requieren menos fertilizantes, son más  fáciles a manejar entre las cosechas, y presentan un nivel menor en cuanto a su  balance "well-to-wheel" de gases invernaderos. También presentan  impactos menos relevantes sobre los recursos hídricos debido a la reducida  erosión del suelo y menores pérdidas de fertilizantes y nutrientes causadas por  escorrentías ("runoff"). Además, algunas tecnologías permiten quemar  la lignina que no ha sido posible convertirla a bioetanol a fin de generar  energía para las plantas procesadoras, asimismo la quema del bagazo a fin de  obtener energía para el procesamiento de la caña de azúcar a bioetanol  convencional. Un aspecto específico importante es el potencial de los  biocombustibles para reducir la emisión de CO2. El organismo de las Naciones  Unidas para asuntos de energía, ONU-Energía, estima que existe un potencial  significativo de reducir las emisiones de CO2 y otros gases invernaderos  relacionados con el sector transporte[6]. ONU-Energía señala que es posible  alcanzar hasta "costos negativos" en la reducción de CO2, asumiendo  que los precios del petróleo se mantengan elevados y que se logre reducir los  costos de producción de los biocombustibles de segunda generación. Existen estudios que estiman que el uso de etanol celulósico  en lugar del bioetanol convencional reduciría las emisiones netas de CO2 entre  70 y 90 por ciento. El alto nivel de reducción de CO2 se debe sobre todo al  hecho de que no se usan energías fósiles en el procesamiento del etanol. Sin  embargo, el estudio citado preparado para el gobierno alemán señala que en la  literatura científica existen enormes diferencias en cuanto a la reducción de  CO2 así como en los costos de ésta. Con relación al potencial del biodiesel de segunda  generación, de reducir las emisiones de CO2, existen pocos estudios; no  obstante se estima que el potencial de reducción es relativamente alto, aunque  que los costos también son muy elevados, debido a los enormes costos de  inversión y a pesar de los bajos costos de la materia prima. El estudio  preparado para el gobierno alemán concluye que la reducción de CO2 a través del  biodiesel de segunda generación sería alta, pero considerando su alto costo  sería ineficiente desde la perspectiva política del cambio climático. Las tecnologías de segunda generación ofrecen un mayor  rendimiento de las materias primas porque permiten aprovechar toda la celulosa  y no solamente el azúcar, almidón o aceite. De esta manera es posible  aprovechar una mayor parte de un cultivo existente, maximizando su rendimiento  por hectárea, minimizando al mismo tiempo, la necesidad de expandir las áreas  cultivadas o de usar cultivos alimenticios para producir biocombustibles. Por  ejemplo, una hectárea de maíz en Estados Unidos rinde entre 3.200 y 3.700 litros de  bioetanol; con la tecnología de segunda generación el rendimiento podría  alcanzar hasta 5.600   litros. En el caso de los cultivos no tradicionales,  como el "switchgrass", que todavía no han sido optimizados o  modificados genéticamente, se espera que las mejoras del rendimiento sean aún  mayores[7]. En la actualidad, la fabricación de bioetanol se basa en la  fermentación de azúcar o almidón y la de biodiesel en el aprovechamiento de los  aceites vegetales. Las industrias alimenticia y de biocombustibles están usando  las mismas partes de las plantas como materia prima, entrando así la producción  de biocombustibles, en competencia con los cultivos, lo que se traduce en una  competencia entre la alimentación humana y los biocombustibles. Esta  problemática se ha conocido en los medios de comunicación como "food  versus fuel" ("alimentos versus combustible"). Al contrario que  los biocombustibles convencionales, la fabricación de los biocombustibles de  segunda generación se basa en la lignocelulosa ofreciendo la opción de usar  aquellas partes de las plantas o cultivos específicos que no tienen valor para  la alimentación humana. De esta manera es posible por un lado aprovechar  subproductos o desechos de las industrias alimenticia o maderera para la  producción de los biocombustibles. Por otro lado, la vasta gama de materias  primas brinda mayores potencialidades para desarrollar métodos de cultivo y de  conversión más eficientes. Materia prima y tecnología de procesamientoLos biocombustibles de segunda generación se diferencian de  los biocombustibles convencionales o de primera generación en cuanto a dos  aspectos claves: las materias primas utilizadas y las tecnologías que se  aplican para su fabricación. Los biocombustibles de primera generación son aquellos  fabricados a partir de azúcar o almidón en el  caso del bioetanol, y aceites vegetales o grasas animales en el caso del  biodiesel. La materia prima utilizada, aparte de las grasas animales, son  plantas con alto contenido en azúcar, almidón o aceite. Los insumos mencionados  son convertidos en combustibles líquidos mediante tecnologías convencionales.  Los métodos agrícolas utilizados en el cultivo de las materias primas y las  tecnologías de conversión, se aplican desde hace bastante tiempo y son en  principio bien conocidos. En la actualidad, son estos biocombustibles de  primera generación que se están usando. Los biocombustibles de segunda generación son combustibles  líquidos fabricados a partir de la biomasa lignocelulósica de plantas. Su  materia prima puede ser cualquier tipo de biomasa vegetal, desde desechos  agrícolas o madereros hasta cultivos energéticos específicos. De esta manera,  los cultivos se aprovechan con el total de su biomasa. Su procesamiento  requiere de tecnologías avanzadas las que hasta hoy no están disponibles a  escala comercial. Se puede clasificar la materia prima proveniente de plantas  para la fabricación de biocombustibles en tres categorías básicas: azúcar y  almidón, aceites vegetales y lignocelulosa. Las dos primeras son fácilmente  accesibles y requieren de escaso procesamiento previo a su conversión a  biocombustibles. En cambio la obtención de lignocelulosa es más compleja. Su  conversión a biocombustible es posible por medio de dos vías principales. La  primera vía consiste en romper la lignocelulosa mediante una variedad de pasos  físicos, químicos y eventualmente enzimáticos hasta conseguir azúcar el cual se  fermenta para obtener bioetanol. La segunda vía consiste en procesos  termo-químicos que utilizan la gasificación de la biomasa y el proceso  Fischer-Tropsch para obtener biodiesel sintético. Estos procesos se conocen  como "biomasa a líquido" ("biomass-to-liquid" - BTL). No obstante ello, el término "biocombustibles de  segunda generación" es un concepto global que abarca una gran variedad de  combustibles y de tecnologías con un gran número de variantes. Además, los  términos y conceptos relevantes no se usan de manera inequívoca, hecho que  complica su sistematización. Si se toma como criterio clave el aprovechamiento  de la planta completa para la fabricación del biocombustible líquido, el  espectro de los tipos de biocombustibles va desde el etanol fabricado a partir  de lignocelulosa hasta los combustibles sintéticos, como el biodiesel sintético  producido mediante tecnologías de BTL. El etanol lignocelulósico parece ser el producto líder entre  las tecnologías de segunda generación de biocombustibles, pero no es el único.  Además del biodiesel sintético, se consideran biocombustibles de segunda  generación el biobutanol, el octanol y el metanol. El biobutanol podría ser  utilizado también para sustituir a la gasolina y en materia de contenido energético  es superior al bioetanol y más cercano a la gasolina. Sin embargo, debido a que  el rendimiento de su conversión es muy bajo, no es tan interesante como el  bioetanol. Por su parte el metanol no ha sido aceptado hasta hoy como  combustible en un nivel amplio, debido a su alta toxicidad. Aparte de los biocombustibles, los procesos producen también  desechos. Algunos desechos como la lignina pueden ser quemados a fin de generar  energía en forma de electricidad o calor. Otros como las aguas servidas de la  fermentación requieren un tratamiento específico a fin de recuperar sustancias  valiosas o de reducir su toxicidad. La biomasa lignocelulósicaUna característica de la producción de los biocombustibles  de segunda generación es el aprovechamiento de la biomasa celulósica de las  plantas. Las sustancias celulósicas de las plantas contienen celulosa,  hemicelulosa y lignina[8]. La celulosa es el componente básico de las paredes de las  células vegetales. Es un polisacárido estructural que forma parte de los  tejidos de soporte. En biomasa representa el 50 por ciento de las paredes de  las células, por lo cual es el compuesto químico orgánico más abundante en el  mundo, formando la mayor parte de la biomasa terrestre, razón por la cual es  también el polisacárido más abundante. El ejemplo más puro de celulosa es el  algodón con un porcentaje mayor al 90 por ciento. La celulosa es un  polisacárido compuesto exclusivamente de moléculas de β-glucosa; es en  consecuencia un homopolisacárido formado de un solo tipo de monosacárido; su  fórmula química sumaria es (C6H10O5)n. La celulosa es rígida, insoluble en agua  y contiene desde varios cientos hasta varios miles de unidades de glucosa. La hemicelulosa es también un componente de las paredes de  las células de las plantas. Su función es la de una sustancia de soporte y  armadura, en la mayoría de los casos en conjunto con la celulosa. La  hemicelulosa forma parte de las paredes de las diferentes células de los  tejidos vegetales, recubriendo la superficie de las fibras de celulosa y  permitiendo el enlace de pectina. Contribuye a dar rigidez a las paredes de las  células, protegiéndolas de la presión que causan las otras células que la  rodean. Básicamente se trata de un heteropolisacárido compuesto por un conjunto  heterogéneo de polisacáridos que a su vez están formados por monosacáridos como  la glucosa, la galactosa y la fructosa. La lignina (el nombre proviene del latín: "lignum"  = madera) es una sustancia sólida e incolora que se deposita en las paredes de  las células vegetales, causando la formación de madera (lignificación). La  lignina es, después de la celulosa, la segunda sustancia orgánica más abundante  en el planeta. La lignina es una macromolécula fenólica, compuesta de varios  componentes monoméricos. Etanol lignocelulósicoPara la fabricación de bioetanol existen tres métodos  básicos que son: 
                             La       fermentación biológica de azúcar o almidón.La       gasificación termal seguida de la sintetización del etanol.La       gasificación termal seguida de una fermentación biológica. Es posible utilizar todas las materias primas con los tres  métodos, pero el azúcar y el almidón se procesarían típicamente mediante la  fermentación biológica convencional. Por otra parte, convertir las materias  primas lignocelulósicas en bioetanol es solamente posible después de fracturar  la celulosa y dividirla en glucosa y otros tipos de azúcar en un primer paso  del procesamiento, llamado sacarificación. Estos azúcares pueden ser  convertidos en bioetanol a través de fermentación en el segundo paso del  procesamiento. Para fracturar la lignocelulosa se utiliza normalmente enzimas  producidas mediante distintos tipos de levaduras. Los aspectos químicos relevantes en estos procesos no son  aún conocidos del todo; además las enzimas son costosas, y falta todavía una  oferta comercial de productos enzimáticos adecuados[9]. Muchas de las tecnologías para la sacarificación de biomasa  lignocelulósica todavía no están comercialmente disponibles. Su  comercialización a escala industrial depende en gran medida del desarrollo de  las enzimas precisas para cada tipo de materia prima, a fin de reducir los  costos de la producción. Childs y Bradley señalan que los costos de las enzimas  necesarias para la producción de bioetanol lignocelulósico habrían bajado desde  el año 2001, de 5 dólares por galón a menos de 0,20 dólares por galón. Biodiésel sintéticoEl diésel sintético BTL de segunda generación se fabrica  típicamente mediante gasificación de la biomasa seguida por un proceso  Fischer-Tropsch. Según lo explica el estudio preparado para el gobierno alemán,  el procesamiento BTL consiste en cuatro pasos: (i) pirolisis de la biomasa;  (ii) gasificación; (iii) tratamiento del gas; y (iv) síntesis del combustible.  El gas sintético es convertido en combustible mediante el proceso  Fischer-Tropsch, el mismo que convierte el gas sintético en combustible líquido  mediante catalizadores y altas temperaturas. El proceso Fischer-Tropsch es una  tecnología establecida, descubierta por los científicos alemanes Franz Fischer  y Hans Tropsch en el año 1923, y usada durante la segunda guerra mundial para  la fabricación de combustible a partir de carbón. En Sudáfrica se ha construido  varias plantas procesadoras que producen combustibles a partir de carbón a fin  de abastecer el país con combustible durante los embargos comerciales en la  época del "apartheid"; tales plantas siguen operando. La composición química del biodiesel sintético BTL es muy  diferente a la del biodiesel de primera generación y se obtiene mediante  esterificación de aceites vegetales o grasas animales. La industria  automovilística tiene grandes expectativas respecto de los biocombustibles BTL  fabricados a partir de gas sintético. La razón de ello reside en la posibilidad  de diseñar el producto final de acuerdo a las necesidades de los motores,  mientras se modifica su composición química durante el procesamiento. Por ello  se denomina “combustibles sintéticos BTL” o también "designer fuels".  Diseñar los combustibles "a medida" permitiría optimizar la  eficiencia energética, el rendimiento, las emisiones de los motores y del  combustible al mismo tiempo. Los combustibles BTL son enteramente compatibles  con los combustibles fósiles en todas las proporciones de mezcla. Ello implica  también que es posible introducirlos a la infraestructura de abastecimiento  existente sin modificar la misma. Además son necesariamente mucho más limpios  que los combustibles fósiles, porque la tecnología de su procesamiento requiere  la eliminación de cualquier contaminante del gas sintético. El contenido energético del combustible BTL es solamente de  tres por ciento inferior al del diésel fósil, por lo que 1,03 litros de  combustible BTL sustituyen a un litro de diésel fósil. BiorefineríasEn relación con los biocombustibles de segunda generación es  importante mencionar el concepto de las "biorefinerías". Este  concepto abarca la idea de integrar la producción de biocombustibles, la de  productos químicos de mayor valor, y la generación de energía. El objetivo de  las biorefinerias es optimizar el uso de los recursos, minimizar los desechos y  por consiguiente, maximizar el rendimiento y los beneficios. Según lo que se  explica en el estudio de The Royal Society de Inglaterra, al contrario que las  refinerías petroleras que casi siempre son complejos industriales muy grandes,  el concepto de las biorefinerías incluye una variedad de instalaciones de  diferentes tipos y tamaños. En su forma más sencilla, una biorefinería podría  ser una fábrica de papel donde se quema la lignocelulosa a fin de generar  electricidad y calor para sus propios usos u otros, o un ingenio azucarero  donde se quema el bagazo en forma similar. Se espera que el aprovechamiento de  la lignocelulosa como materia prima en el futuro facilite mejorar aún la  eficiencia de los procesos de conversión y el aprovechamiento de los  desechos[10]. Es posible integrar y optimizar varios procesos biológicos,  químicos o térmicos en una biorefinería. Las biorefinerías existentes producen  bioetanol a partir de azúcar o almidón, además de varios subproductos útiles  como CO2 purificado de la fermentación el mismo que se usa en varios procesos  industriales, en la industria de bebidas, o de pienso a partir de los desechos  secados. Sin embargo, según The Royal Society hoy en día no existe ninguna  biorefinería que cumpla completamente con esta visión. Biocombustibles a partir de algasAparte de las materias primas convencionales y  lignocelulósicas existen otras opciones poco conocidas para producir bioetanol  o biodiesel. Algunas algas producen fécula, la que se puede convertir en  bioetanol; otras producen pequeñas gotas de aceite el cual se puede aprovechar  para la producción de biodiesel. Muchos científicos creen que las algas son las  plantas más indicadas para la producción de biocombustibles, ya que presentan  un alto rendimiento, crecen hasta en aguas negras y agua del mar y no necesitan  mucho más que agua, luz solar y CO2 para crecer. Utilizar algas para la  fabricación de biocombustibles podría presentar varias ventajas en comparación  con el resto de materias primas. Estas, son las plantas con el crecimiento más  rápido en el mundo, existen especies capaces de cuadruplicar su biomasa en un  solo día; es posible cultivar algas durante todo el año; cultivar algas no  requiere ni tierras arables ni agua limpia, por consiguiente no va a competir  con los cultivos alimenticios por estos recursos; y finalmente su rendimiento  es mucho más alto que el de cualquier otro cultivo. En la opinión de algunos expertos,  las algas presentan tantas ventajas que finalmente dominarían sobre todas las  otras fuentes de biomasa[11]. Sin embargo, hasta la producción comercial a gran  escala faltarían todavía unos cinco años. La empresa GreenFuel Technologies[12], considerada como la  empresa de punta en materia de cultivo de algas, estima el rendimiento en  biodiesel de una "farm" de algas en más que 50.000 litros por  hectárea y año. En términos comparativos, el rendimiento en biodiesel producido  a partir de aceite de palma alcanza unos 5.000 litros por  hectárea/año, mientras que el rendimiento del bioetanol a partir de maíz es de  unos 3.500 litros  por hectárea/año. Algunos expertos como Childs y Bradley estiman que las algas  podrían producir diez hasta treinta veces más aceite por hectárea que los  cultivos convencionales. Es posible cultivar las algas en estanques abiertos al aire  libre; su construcción y operación sería relativamente poco costoso. Sin  embargo, cultivar las algas en estanques abiertos implicaría que variaciones de  la temperatura, la luz, el nivel y calidad del agua, viento, lluvia y  evaporación puedan afectar su crecimiento. Además existe el riesgo de que  especies indeseadas se infiltren en los estanques y contaminen los cultivos.  Por lo tanto, GreenFuel Technologies ha desarrollado una tecnología a fin de  cultivar algas en sistemas cerrados similares a invernaderos, llamados  “bioreactores alga-solares”. Estos sistemas son costosos, pero la producción  sería altamente eficiente. Además aseguraría cosechas continuas, amplios ciclos  de producción y un rendimiento considerablemente mayor. Las algas no son solamente una fuente de biomasa para la  producción de biocombustibles; también crecen a partir de altas concentraciones  de emisiones de nitrógeno o CO2. Por consiguiente, cultivar algas podría  permitir combinar la producción de biocombustibles con la reducción de CO2 y  otras emisiones. GreenFuel Technologies ha desarrollado un sistema de  bioreactores capaz de absorber el CO2 emitido de plantas termoeléctricas u  otras industrias directamente de las chimeneas y convertirlo en biocombustibles  a través de un procesamiento llamado "emissions-to-biofuels"[13].  Para este propósito, los gases emitidos son introducidos en los bioreactores  donde estimulan el crecimiento de las algas. Finalmente, las algas son  extraídas y convertidas en biocombustible mediante tecnologías conocidas, como  fermentación, transesterificación o gasificación. Esta tecnología se encuentra  todavía lejos de su comercialización. DesafïosSegún la   ONU-Energía, la diversidad de las materias primas potenciales  para los biocombustibles de segunda generación puede ser considerada como una  ventaja y una desventaja al mismo tiempo. Por un lado, fortalece la seguridad  del suministro, aumenta la resiliencia y los beneficios económicos de los  sistemas de producción de biomasa, en particular, si se compara con los  monocultivos de uno o pocos cultivos. Por otro lado, la variedad de materia  prima potencial con características físicas y químicas diversas crea desafíos  para su manejo y procesamiento; por otra parte, tal variedad puede resultar en  un producto final con características diferentes. Aún hay mucho trabajo por hacer para determinar qué cultivos  y qué especies son las más adecuadas para las diferentes aplicaciones de los  biocombustibles líquidos, los distintos tipos de suelo, sistemas agrícolas, y  contextos de su cultivo. Los factores clave a considerar al seleccionar la  materia prima incluyen: la viabilidad económica, la sostenibilidad para las  diferentes aplicaciones de los biocombustibles líquidos, la productividad por  hectárea, requerimientos de insumos, incremento potencial de la productividad,  la versatilidad del cultivo, el potencial de resistencia a sequías y plagas, la  competencia con otros usos, la volatilidad del precio y los costos de  oportunidad. El estudio preparado para el gobierno alemán considera como  desafíos más relevantes entre aquellos que frenan la producción de  biocombustibles BTL a gran escala industrial con capacidades de más que 100.000  toneladas por año: (a) la necesidad de inversiones de varios miles de millones  de dólares para una planta procesadora; y (b) los problemas logísticos  relacionados con el abastecimiento de materias primas para las plantas. Según Childs y Bradley, en el año 2006 se habrían invertido  2.300 millones de dólares, entre capitales de riesgo ("venture  capital") y fondos privados ("private equity"), en el sector de  los biocombustibles.  Alrededor del 80  por ciento de estos montos se habrían invertido en la expansión de las  tecnologías convencionales y maduras, y el resto -en su mayor parte, capitales  de riesgo-, se habría destinado al desarrollo de las tecnologías de segunda  generación. Existen muchas dudas respecto a la viabilidad económica de  la producción de combustibles sintéticos BTL. El estudio preparado para el  gobierno alemán señala que las plantas productoras ubicadas en países del  extranjero con posibilidades de producir materia prima -sobre todo madera- en  grandes plantaciones, tendrían mejores perspectivas para una producción  competitiva en comparación con plantas productoras ubicadas en Alemania.  Además, la integración de las plantas BTL en grandes complejos petroleros o  químicos presentaría importantes efectos sinergéticos que permitirían bajar los  costos considerablemente. Según la planta BTL Royal Society, si se utilizara el proceso  Fischer-Tropsch podría asegurarse una producción mínima de alrededor de un  millón de toneladas de biocombustible por año, volumen que corresponde al  procesamiento de unas cinco millones de toneladas de biomasa seca como materia  prima por año. La razón de esta enorme cantidad de biomasa es que el  procesamiento es muy intenso en energía, la misma que debe ser cubierta a  partir de biomasa cuyo contenido en energía es relativamente bajo, lo que  explica la alta demanda de biomasa. Hay expertos que dudan de que sea posible  transportar estas enormes cantidades a grandes distancias a costos aceptables. Por otro lado, la empresa CHOREN que acaba de construir la  primera planta comercial de diésel BTL con una capacidad de solamente 16.000  toneladas de combustible por año, no vaticina problema alguna de abastecimiento  a las grandes plantas comerciales. Al respecto, señala por ejemplo, que grandes  fábricas de celulosa podrían procesar también un volumen muy superior al millón  de toneladas de materia prima por año. Existirían modelos probados de las  industrias maderera o agrícola para el abastecimiento de las grandes plantas  procesadoras de BTL Riesgos y desventajasUno de los argumentos a favor de los biocombustibles de  segunda generación es, que no crearían competencia con los cultivos y productos  alimenticios y de esta manera no afectarían la alimentación humana. No obstante la empresa Childs y Bradley sostiene que la  competencia entre usos alimenticios y usos energéticos no estaría resuelta como  consecuencia de la aplicación de tecnologías de segunda generación. Si bien la materia prima lignocelulósica ofrecen un mayor  rendimiento que los cultivos convencionales, deberían producirse también en  tierras aptas para el cultivo. Pero cualquier expansión de estos cultivos podría  aumentar la presión sobre las tierras usadas actualmente para cultivos  alimenticios, con la consecuencia de que la competencia por las tierras  seguiría siendo en cierta forma un problema. La competencia ya no se daría en  forma directa a través de los productos agrícolas, como el maíz o la soya, sino  en forma indirecta a través de las tierras cultivadas. En cambio, la siembra de cultivos nuevos en tierras  marginales no aptas para la agricultura tradicional, podría contribuir a  mitigar esta problemática; no obstante, la competencia por el uso de las  tierras no desaparecería plenamente. La producción de los biocombustibles de  segunda generación competiría también en alguna dimensión, con otros usos como  son la agricultura, el desarrollo urbano, usos forestales o hábitats naturales. En esta misma lógica, la ONU-Energía señala que  el nivel de competitividad potencial dependerá de diversos factores, dentro de  los que se incluyen el rendimiento de los cultivos y el ritmo en que se  desarrollen las tecnologías de los biocombustibles de segunda generación. De  todas maneras, existe un riesgo inherente a estas tecnologías. Además de  desplazar cultivos alimenticios y cultivos de subsistencia, estas tecnologías  podrían reforzar los incentivos para devastar eriales, tierras de pastoreo y  sabanas, para plantar “switchgrass” u otros cultivos resistentes. Un tema controvertido de los biocombustibles sería el de los  organismos genéticamente modificados, dicen Childs y Bradley en su libro  "Plants at the Pump". Según éstos, considerando la relevancia de  desarrollar variedades de cultivos que obtengan altos rendimientos en tierras  de baja calidad, parece muy probable que los organismos genéticamente  modificados ("genetically modified organisms" - GMOs) tendrán un rol  importante para los biocombustibles de segunda generación, y sobre todo en  relación al incremento de la productividad de las tecnologías disponibles. Los  GMOs podrían presentarse en dos lugares: en las enzimas que se necesita para  los procesamientos químicos, y en las materias primas mismas. Los GMOs ya están ampliamente difundidos en el mundo, pero  su uso continúa siendo controvertido en muchos países. Podría ser menos  controvertido aplicar GMOs para mejorar cultivos estrictamente energéticos,  como el “switchgrass”, o para diseñar enzimas que se usan en las plantas  procesadoras. El tratamiento de este tema es aún un desafío en el marco de los  eventuales estándares de sostenibilidad, pero debe ser resuelto en el marco de  las políticas que definen los objetivos y las condiciones para el desarrollo de  los biocombustibles de segunda generación. Situación actual y perspectivasLa información disponible acerca de las plantas procesadoras  existentes para la producción de biocombustibles de segunda generación y sus  capacidades varía de fuente a fuente. Según Childs y Bradley, al final del año  2007 existían solamente nueve plantas demostrativas en el mundo. Su capacidad  alcanzó unos 12 millones de litros por año. Ninguna de estas plantas tenía las  dimensiones de un nivel comercial y un gran número de nuevas plantas estaban en  construcción o iniciando su operación. Por otra parte, en el mes de abril del presente año se  concluyó la construcción de la primera planta en el mundo, con dimensiones  comerciales para la producción de combustible sintético a partir de biomasa  (combustible BTL). Se trata de la planta "Beta" de la empresa alemana  CHOREN, que se construyó en la pequeña ciudad de Freiberg, en Alemania, con una  capacidad de 18 millones de litros (unas 16.000 toneladas) al año. La demanda  en biomasa para esta cantidad de combustible es de 67.500 toneladas de madera  por año. La producción comercial será iniciada en 8-10 meses después de las  pruebas y ajustes. Según la empresa CHOREN, la inversión en la planta ha sido  del orden de unos 100 millones de Euros (155 millones de dólares).  La planta Beta produce el combustible  denominado "SunDiesel" mediante un procesamiento  basado en la gasificación de la biomasa  seguida del proceso Fischer-Tropsch. En síntesis, las ventajas potenciales que presentan los  biocombustibles de segunda generación en relación a los combustibles  convencionales usados hoy en día son varias. Algunos biocombustibles de segunda  generación presentan ventajas relativas a su uso y rendimiento, y muchos de  ellos presentan ventajas en cuanto a su balance energético y balance de gases  invernaderos; sin embargo, no todos los biocombustibles de segunda generación  presentan las mismas calidades. El tipo y dimensiones de las eventuales  ventajas dependen de varios factores y varían según el tipo de materia prima y  la tecnología que se aplica para su procesamiento. Por lo general se espera que  requieran de cultivos menos intensivos; además, que su competencia con la  producción de alimentos sea menor, y que la demanda de energía fósil en los  procesos de fabricación sea considerablemente reducida; tales ventajas no están  garantizadas. Hasta hoy no existe ninguna producción comercial a gran escala, y  por consiguiente no existen experiencias al respecto. Todo el sector de los biocombustibles  de segunda generación se encuentra todavía en fase de desarrollo y  demostración, lo que implica que todos los datos acerca de sus parámetros  técnicos o económicos encierran un alto nivel de incertidumbre. También existen serias dudas sobre si los biocombustibles de  segunda generación serán económicamente viables en la próxima década. Uno de  los desafíos logísticos más relevantes es el abastecimiento de enormes  cantidades de biomasa requeridas por las plantas procesadoras. Algunos expertos  opinan que, debido a los altos costos de transporte, la producción sería  económicamente viable solamente en aquellos lugares donde la biomasa necesaria  ya esté disponible, como es el caso del bagazo de la producción de azúcar o los  desechos madereros. Por consiguiente, las proyecciones para el futuro desarrollo  de los biocombustibles de segunda generación son divergentes. La Comisión Europea  asume que en el año 2020 alrededor del 30 por ciento de los biocombustibles  consumidos por la Unión   Europea serán biocombustibles de segunda generación. No  obstante todo lleva a pensar que los biocombustibles de segunda generación no  jugarán un papel relevante en el abastecimiento de combustibles a nivel mundial  en el corto y mediano plazo. Considerando los grandes desafíos técnicos aún no  resueltos, la   Agencia Internacional de Energía (IEA) concluye en el  "World Energy Outlook 2006"[14], que aún en el año 2030 la producción  de biocombustibles se basará en materias primas convencionales. El Worldwatch  Institute[15] opina que en las dos próximas décadas la mayor parte de la  biomasa aprovechada para la producción de biocombustibles provendrá de los  cultivos existentes usados como fuentes de azúcar, almidón o aceite vegetal. Los biocombustibles, ya sean convencionales o de segunda generación,  van a ser adoptados en la medida que encajen en el "mix" de  combustibles. Eso implica una variedad de desafíos ya que los diferentes tipos  de biocombustibles presentan propiedades muy distintas. Ningún tipo de  biocombustible cuenta con el potencial de sustituir la totalidad de  combustibles fósiles en los grandes mercados. En resumen existe amplio consenso  en torno a que los combustibles fósiles seguirán dominando el abastecimiento  del sector transporte de combustibles líquidos en el futuro previsible.
 
 |