Gestión de los recursos y desarrollo regional sustentable
                         Marthadina Mendizábal 
                         Economista ambiental, tiene Maestrías de las Universidades La Sorbona y Católica de Chile. Es autora de diversos libros sobre temas ambientales. 
                          
                         Resumen: 
                           El  artículo llama la atención sobre el abandono que ha recibido el tema de la  dimensión económica de la sustentabilidad aplicada a los recursos naturales no  renovables (minerales), en el medio académico y en las políticas públicas en  gran parte de países. Esto es relevante, siendo que éste capital natural es la  principal base para el desarrollo sustentable de los países con dotación de  recursos minerales. 
                          
                         Introducción
                         La gestión de recursos  naturales no renovables es clave para aquellos países cuya economía tiene su  principal base en los minerales exportados como “commodities”. Pero es un tema  aún más crucial para las subregiones territoriales que cuentan con dotación de  estos recursos naturales. Aunque podría pensarse que estas regiones tienen  mayor posibilidad de disfrutar un estándar de vida más elevado y duradero en el  tiempo que aquellos que no los tienen, en la práctica esto ocurre pocas veces.  Abundan los ejemplos en la historia de más de un país de América Latina, que  evidencian que sin una gestión de los recursos naturales no renovables, sus  subregiones se mantienen relegadas de los beneficios del desarrollo y exhiben,  respecto al resto del país, diferencias considerables tanto en el nivel como en  la calidad de vida. 
                         El progreso tecnológico  ha conferido a las subregiones con dotación de este tipo de recursos naturales,  una mayor eficiencia en su rol como proveedor oportuno a los países  consumidores. De este modo sus ventajas naturales inherentes a su  disponibilidad de esta forma de capital natural se han reforzado de tal manera  de consolidar su rol de doble proveedor: de materia prima en el mercado  internacional y de generadores de ingresos para financiar los gastos del  presupuesto nacional. No obstante, la mayor eficiencia del rol de proveedor no  ha ido acompañada de una mayor retribución en términos de inversiones en  actividades alternativas dentro de la subregión, como contrapartida. 
                         En efecto, mientras que  en la competencia por atraer capitales extranjeros el régimen legal en  numerosos países garantiza la repatriación de utilidades, las políticas  económicas no proveen instrumentos de mercado para estimular las inversiones en  las subregiones proveedoras. Entonces, sin estímulos externos al mercado para  reinvertir en actividades que compensen la venta de los activos finitos, nada  asegura que la mayor ventaja competitiva redundará en beneficio de la  sustentabilidad del desarrollo y la calidad de vida de los habitantes. 
                         Por lo tanto, sin una  gestión integral de los recursos minerales, las subregiones están condenadas al  empobrecimiento sistemático y a la decadencia, como consecuencia del  agotamiento y/o sustitución de recursos no renovables en el mercado internacional. 
                         Los habitantes de las  subregiones mineras migrarán a centros urbanos en busca de nuevas  oportunidades, con todas las consecuencias reconocidas en términos de  degradación del medio ambiente urbano, dejando atrás “pueblos fantasma”  incapaces de retener a su población. 
                         Las subregiones  proveedoras de minerales son altamente vulnerables al agotamiento de los  minerales de más alta ley, esto es, minerales de mayor rentabilidad; pero  también son sensibles a  la reducción de  la demanda internacional por sustitución de recursos naturales por sintéticos.  Entonces, si no se implementa una gestión efectiva a través de políticas  económico-ambientales adecuadas, la mayor eficiencia como país proveedor en el  mercado internacional redundará en una aceleración del tiempo durante el cual  se liquidan los activos naturales, con la consiguiente descapitalización y  empobrecimiento de la subregión con dotación de recursos naturales finitos. 
                         El tratamiento del tema  de la sustentabilidad en relación a los recursos no renovables
                         La discusión en torno al  uso sustentable de los recursos no renovables conlleva aún problemas sin  resolver, en particular, relativos a la medición y al destino de las rentas  generadas. No obstante, existe consenso respecto a su operacionalización, la  que es posible sólo a nivel de territorios específicos (subregiones  territoriales). En efecto, resulta infructuoso buscar un desarrollo sustentable  que sea compatible a nivel de país; las subregiones proveedoras de recursos no  naturales son sistemas abiertos, por tanto la búsqueda del desarrollo en un  nivel nacional podría requerir que se sacrifique estas subregiones en beneficio  de otras. De hecho, esto es lo que ha sucedido en numerosos países (p.ej,  Bolivia). 
                         El tema de los no  renovables ha sido largamente relegado como área de gestión de los recursos  naturales, por las mismas razones que la teoría económica ha olvidado por mucho  tiempo el tratamiento de estos recursos (Martínez Alier, 1991). Sólo en el  curso de las últimas décadas se ha reconocido que la gestión de este capital  debiera reflejarse en políticas económico-ambientales, estrategias y  prioridades en el desarrollo de las subregiones mineras. Un avance en este  sentido ha sido la incorporación del costo del agotamiento de los recursos no  renovables y la degradación natural a todo lo largo del ciclo de los minerales  en el nuevo sistema de Cuentas Nacionales introducido en 1993 por Naciones  Unidas (J. Vincent, 1998). También destacan los avances para medir la  sustentabilidad de las economías regionales con base en los recursos no  renovables (El Serafi, Dasgupta P,1995, entre otros). La producción académica  es ya, suficiente para formar profesionales capaces de abordar la gestión de  recursos no renovables. 
                         En un plano más  operativo, los países con dotación de recursos mineros abordan el tema de la  sustentabilidad a través de sus políticas y estrategias, limitándose en la  mayor parte de casos, al tratamiento de las dimensiones ambiental y social. Es  claro que la gestión tradicionalmente sectorial, orientada a aumentar las exportaciones  ha quedado definitivamente superada. No obstante, en esta gestión, la  sustentabilidad del ingreso como componente clave de la sustentabilidad  económica de las subregiones mineras es aún un elemento muy raro. La  compensación equivalente a la disminución del patrimonio natural sigue siendo  una prioridad insuficientemente tratada. Los principios de la sustentabilidad  ofrecen el marco para la gestión en la perspectiva de un desarrollo duradero de  aquellas subregiones que han protagonizado la expoliación de su capital natural  por siglos. 
                         En tanto la gestión del  desarrollo sustentable en los países ha privilegiado el tratamiento de los  recursos renovables (bosques, pesca, biodiversidad), ha descuidado en cambio,  la gestión de los recursos no renovables (minerales y metales), limitándose el  tema en el mejor de los casos, al control de la calidad ambiental. 
                         Una revisión muy general  muestra que la extensión del concepto de la sustentabilidad al campo del  desarrollo tiene su principal base en el manejo del capital natural como parte  de las capacidades ambientales (la provisión de recursos y los servicios  ambientales) que hacen parte de la oferta ambiental. En el campo operativo se  refiere a mantener tales capacidades, de tal manera de garantizar el desempeño  de las funciones y productividad de los ecosistemas. 
                         El manejo es particular a  cada recurso natural específico y supone utilizarlos, sin alterar el nivel de  reserva. La idea es análoga a usar el interés que genera una cuenta de ahorro,  dejando el capital invertido a fin de que continúe generando intereses en el  futuro (Jacobs 1998). En otras palabras, se trata de generar un flujo a  permanencia. Pero, como podrá suponerse, en el caso de los no renovables, no se  trata de mantener la reserva física de capital no renovable, pues ello no  beneficiaría ni a la generación actual ni a las futuras; de lo que se trata es  de aprovechar el capital no renovable, para formar un fondo de capitalización  para generar aquél flujo a permanencia: ingresos duraderos. 
                         Los recursos no  renovables (por lo menos, a escala humana) son parte de las capacidades  ambientales objeto de manejo a lo largo de todo su ciclo, desde la provisión de  recursos minerales, pasando por la asimilación/acumulación de desechos, hasta  la provisión de servicios ambientales en el ecosistema intervenido por la  minería. Estos dos últimos aspectos están contemplados en la legislación  ambiental y la reglamentación vigente en los países de América Latina, en  particular, a través de los procedimientos de   licencias y evaluación de impacto ambiental. El control de la mitigación  de impactos es menos evidente, hecho que ha reducido los estudios en muchos  casos, a un mero formalismo para obtener la autorización para la explotación  legal (p.ej, Bolivia). 
                         Pero, volviendo al punto,  no se trata solamente de adecuar los procesos de exploración/explotación a las  normas ambientales vigentes. Relacionada con la primera de las funciones  ambientales señaladas anteriormente, -la provisión de recursos-, la gestión de  los recursos finitos se revela como tarea urgente como fundamento para los  proyectos de minería y para orientar el desarrollo duradero de las regiones con  dotación de estos recursos. 
                         Un segundo principio  aplicable a los recursos no renovables se refiere al principio de solidaridad  inter e intrageneracional que supone por una parte, transferir a las  generaciones venideras, por lo menos el nivel de vida de que se disfruta en el  presente en virtud de los activos naturales (minerales) que se posee; y por  otra,  aprovechar las rentas generadas,  para sostener un nivel y calidad de vida de los habitantes de la subregión  minera. 
                         Respecto a la solidaridad  intergeneracional, ésta tiene su base en la “regla del capital constante”  denominada por David Pearce como “sustentabilidad débil” (Pearce y Atkinson  1995). Básicamente se refiere a mantener, en vistas a transferir a las  generaciones venideras, un stock de capital agregado del país no menor que el  que existe en el presente. El stock de capital agregado de un país, incluye la  suma del capital natural (renovables y no renovables), el capital construido  por los seres humanos (máquinas, caminos, viviendas entre otros), el capital  humano y cultural (conocimiento y habilidades), el acervo institucional y el  capital financiero. Entonces, la reducción de una forma del capital sería  compensada por otra forma de capital, de tal manera de mantener el stock de  capital constante;  la venta de recursos  minerales, sería compensada por otros recursos. 
                         Por su parte, la  solidaridad intrageneracional se refiere a que los beneficios generados por la  actividad minera sean equitativamente distribuidos entre inversionistas y  propietarios legítimos de los recursos en el lugar, de tal manera que la  subregión dotada de tales recursos consolide una base económica diversificada y  fuerte, suficiente para generar ingresos a permanencia en beneficio de la  población. En otras palabras, la lucha contra la pobreza en países mineros en  desarrollo no debiera depender del financiamiento externo, sino del buen uso de  los ingresos generados. 
                         El agotamiento de los  recursos no renovables como problema
                         Como ya se mencionó, los  principios de la sustentabilidad ofrecen el marco para la gestión en la  perspectiva de un desarrollo duradero. Todo indica que la gestión óptima de los  no renovables no proviene de una fórmula, sino que cada país y/o subregión  diseña su propia estrategia en función de criterios de su mayor interés, y con  objetivos propios que velan por la permanencia del subsistema en el tiempo,  aunque sin olvidar que, como sistema abierto, hace parte de un sistema nacional  y del sistema internacional. 
                         La literatura desarrolla  la noción de “ritmo óptimo de agotamiento” como base para la gestión de los no  renovables (Jacobs, 1992). Este es un ejemplo de diferencia de percepción,  entre países, sobre el agotamiento mismo como problema. Así, para los países  industrializados, el agotamiento no es un problema del que tendrán que  preocuparse las generaciones futuras, dado que de lo que se trata es de  recursos finitos, por lo menos, a la escala humana. Mientras tanto, la búsqueda  de la sustentabilidad consiste para éstos, en compatibilizar la tasa de  agotamiento de un recurso no renovable con el ritmo de disminución de su  demanda. Esto significa que esta tasa puede ser compatible con el principio de  equidad intergeneracional sólo en la medida que un recurso tiende a ser  reemplazado por otro. De ahí, la importancia de la sustitución de recursos  naturales por materiales banales en aquellas sociedades; algunos ejemplos son  la sustitución de estaño por aluminio y acero; cobre por fibra óptica;  tungsteno, cobalto, cromo y manganeso por plásticos reforzados de fibras de  vidrio; aluminio por plástico, o la fabricación de fierro blanco sin estaño  (Jacobs, 1992). La lista es mayor cada día, en virtud del progreso tecnológico  en los países industrializados que han reconocido como amenaza para la  sustentabilidad, la dependencia respecto de los recursos naturales no  renovables como componente en sus procesos productivos. El documento de  Alemania, ya en 1995 señalaba que a fin de llegar a ser sustentable, este país  debía reducir entre otros, el consumo de materias primas no renovables en un  25% el año 2000, y en un 80% el año 2050. La señal de cambio estaría dada por  el consumo de menos materias primas de este tipo. 
                         En los países proveedores  de minerales (y en particular, para la subregión minera) el problema del  agotamiento es desconocido. No se tiene idea del ritmo de agotamiento, sino  cuando éste es una evidencia; esto sucede cuando los minerales de más alta ley  y de mejor localización ya han sido extraídos, y los costos de extracción se  revelan cada vez mayores respecto a los precios en el mercado internacional. 
                         Paralelamente al  agotamiento, el problema para los países en desarrollo proveedores de minerales  se da cuando la demanda internacional se reduce. Esto sucede incluso si los  minerales son aún abundantes.  Tal  reducción de la demanda internacional constituye una amenaza para cualquier  esfuerzo de desarrollo. 
                         Por esta razón, el  énfasis de la gestión debiera estar puesto en la adopción oportuna de una  estrategia encaminada a enfrentar el agotamiento y la reducción de la demanda.  De hecho, la tendencia a la caída de la demanda internacional de algunos  minerales es un hecho fehaciente y se debe a que muchos de los usos están  siendo reemplazados por otros sustitutos. 
                         Otras amenazas para la  sustentabilidad son el cierre de minas cuando estas operaciones no han sido  previstas en los contratos con las empresas, y el financiamiento público no es  suficiente para enfrentar estas operaciones. Los fondos de la comunidad  internacional son requeridos para resolver el problema, cuando estos podían  haberse destinado al desarrollo. En fin, la transferencia de fondos públicos  para el pago de indemnizaciones que sólo pueden paliar la situación de familias  de mineros. Ejemplos como éste que describe en parte el problema de la minería  en Bolivia, están seguramente ocurriendo en otros países donde no se ha  previsto una gestión integral de los recursos no renovables. 
                         En definitiva, mientras  los países industrializados implementan estrategias para reducir los recursos  naturales como componentes de productos con mayor grado de elaboración, muchos  países exportadores de recursos minerales (ej, Bolivia) no han encarado aún el  problema de manera integral en la perspectiva de buscar la sobrevivencia de la  subregión minera a la reducción de la consiguiente demanda internacional.  Mientras no haya una gestión integral de los  recursos finitos, los países y sus subregiones están sumergidas en un ciclo de  descapitalización y empobrecimiento. 
                         El ingreso de la venta de  minerales es in-sustentable
                         Una falla reconocida de  la economía, que en principio busca velar por la permanencia y/o incremento del  ingreso, es haber confundido la renta de recursos naturales con el ingreso  destinado al gasto. 
                         El ingreso sustentable ha  sido definido por Hicks como “el máximo flujo de ingresos que puede generarse  en un periodo dado sin reducir la reserva de activos de capital que rinden  estos beneficios” (Solow,1986). Si se considera que el concepto abarca no sólo  los aumentos de ingresos por ganancias actuales derivadas de la explotación  minera sino también la reducción por pérdidas de capital (El Serafy y  Lutz,1993), es fácil imaginar la estimación errónea de ingresos generados por  la extracción y exportación de recursos minerales de las economías  latinoamericanas. 
                         Las deficiencias están  encubiertas por un auge, que en definitiva, es un auge engañoso. El ingreso por  la venta de minerales da lugar a una prosperidad aparente comprada a costo de  la erosión de los activos naturales finitos (El Serafi, 1991). Las tasas de  ahorro e inversión son aparentemente elevadas, y el nivel de precios es  engañosamente estable. Los recursos naturales son exportados para cubrir un  balance externo desequilibrado; la tasa de cambio está sobrevaluada; así,  resulta fácil comprender cómo los ciudadanos  se ajustan a un nivel más alto de consumo. Pero cuando el periodo de bonanza ha  terminado, los recursos no renovables de más elevada ley han sido agotados… el  nivel de vida alcanzado tiene que caer y se presenta una presión intolerable  sobre la balanza comercial. En aquellos años de prosperidad efímera, el país ha  contraído una deuda externa alta; “los acreedores habían asumido erróneamente  que la prosperidad iba a continuar” (El serafi, 1993). Entonces, cuando los  fondos líquidos provenientes del auge minero son considerados como ingresos, al  reducirse la demanda sobreviene necesariamente la contracción. Es de hecho, lo  que sucede cuando un activo fijo no ha sido amortizado. Los recursos naturales  no renovables no son amortizados, ni su gestión ha previsto un fondo que cumpla  esta función. 
                         Por otra parte, no hay  ninguna razón para pensar que los recursos minerales estarán indefinidamente  disponibles. Ni los expertos en la historia de la ciencia y la tecnología son  capaces de asegurar (contrariamente a lo que muchos han admitido) que el  progreso técnico garantizará por siempre el descubrimiento de reservas  económicamente rentables. Por consiguiente, el ingreso proveniente de la venta  de estos recursos no puede considerarse como ingreso sustentable para las  subregiones mineras, bajo ningún punto de vista.  Por razones como ésta, los países proveedores  de estos recursos debieran plantearse una estrategia para evitar el colapso por  reducción de sus exportaciones de minerales, pues por razones como estas,  algunos economistas vigentes actualmente consideran, como planteó Hicks en  1946, que los recursos minerales constituyen un activo “desechable”. Este autor  señalaba que “si los ingresos de una persona se derivan de la explotación de un  activo desechable susceptible de declinar en una fecha futura, debiéramos decir  que lo que se recibe excede a su ingreso” (Hicks, 1946). 
                         Es este ingreso que  debiera considerarse como adicional al ingreso corriente; el que debiera ser  objeto de un tratamiento especial en economías exportadoras de minerales, que  se preocupan genuinamente por la sustentabilidad de sus subregiones proveedoras. 
                         Una contabilidad nacional  y regional defectuosa  
                         Una de las fallas que las  economías exportadoras de recursos minerales han venido arrastrando reside en  el hecho da haber confundido ingreso con capital (por liquidación de activos)  en el cálculo del ingreso por venta de recursos no renovables. Esto significa  que el ingreso derivado de la venta de minerales es considerado como ingreso  corriente destinado a renta disponible para consumo. 
                         Al no registrarse como  contrapartida el valor del agotamiento ni la pérdida de valor de los minerales,  a medida que se extraen, el ingreso es erróneamente sobreestimado. Este  indicador mal calculado es el que envía señales falsas e inspira políticas  económicas contraproducentes. El principio no respetado dice que si se liquidan  los activos y se usan las ganancias para consumo, se está gastando más de lo  que se tiene, y al hacer esto, se está socavando la capacidad para crear  ingreso futuro. 
                         Las cuentas nacionales  convencionales no distinguen los ingresos provenientes de la venta de activos  naturales, de aquellos ingresos “verdaderos” o sustentables, generados por los  factores de producción (trabajo, formación de capital, organización eficiente o  progreso tecnológico) que sí, generan valor agregado. En este sentido se  conduce a la subregión minera a un empobrecimiento sostenido pues se está  vendiendo un activo o una heredad (El Serafi, 1989). Basadas en estas prácticas  defectuosas de contabilidad nacional, las economías en desarrollo exportadoras  de recursos no renovales experimentan una expansión de la actividad económica  que no es sino una consecuencia de acelerar la liquidación de los activos del  subsuelo. 
                         De acuerdo al mismo  autor, los países industrializados no tienen este problema en virtud de una  rebaja en los impuestos para el sector privado que explota recursos mineros;  tales impuestos tienden a corregir el cálculo del valor agregado que se supone  que tales actividades generan. La corrección se efectúa por depreciación,  reduciendo el producto bruto por un elemento que cubre el agotamiento, Esto  sería coadyuvado por el hecho de que el valor de mercado refleja el valor de  las propiedades que contienen depósitos de recursos. 
                         La situación en las  economías en desarrollo es diferente, pues en muchos casos éstas continúan  basando sus estimaciones en el Sistema de Contabilidad Nacional convencional,  habiendo hecho pocos ajustes mientras se continúa relegando el tema. El nuevo  sistema introducido ha propuesto entre otros, registrar los cambios en el valor  de los activos originados ya sea en el descubrimiento o agotamiento de los  recursos de subsuelo, lo mismo que en el nivel y la estructura de precios. De  manera complementaria, se ha propuesto registrar el costo de la degradación  ambiental ocasionada en el agua, aire y suelo. 
                         Por su parte, el Sistema  Satélite de Contabilidad Económica y Ambiental Integrada, se centra en los  balances de activos fijos y apunta a una contabilidad ambiental monetaria más  integrada, en la que los elementos de costo ambiental y de capital podrán ser  interpretados tanto en términos físicos como monetarios. Así, los ajustes  correspondientes a proyectos de recursos específicos en países en desarrollo se  centrarían en el movimiento detallado de los recursos en términos físicos y los  correspondientes ajustes del PIB. 
                         El registro en ambos  casos podría ayudar a la valoración de los recursos a sus costos de oportunidad  genuinos, y sus efectos en las exportaciones de minerales, sobre cuya base los  países exportadores estarían en capacidad para abordar políticas que busquen la  sustentabilidad de los ingresos.   
                         Hacia un ingreso  sustentable
                         Más allá de la discusión  acerca de lo que se considera capital o no, o acerca de la perfecta  sustituibilidad entre las diferentes formas de capital, todo indica que, ante  las presiones por atender necesidades urgentes de las poblaciones, las  presiones de la deuda externa y las aspiraciones justas por acceder a mayores  niveles de vida, los países proveedores no tienen más salida que optar por  liquidar ahora su activo natural no renovable. Pero al menos, tendrían que  transferir en beneficio de las generaciones futuras, herencias de capital  equivalentes a los activos vendidos. En otras palabras, optar por la  “sustentabilidad débil”. 
                         Ello supone la inversión  y reinversión de parte de las utilidades, en actividades que compensen el  agotamiento del activo natural; al mismo tiempo, requiere la formación de un  ahorro subregional (o fondos) destinado a crear empleo y fortalecer actividades  productivas de arraigo local. De esta manera, una vez agotado el recurso, o  sustituido en el mercado internacional, la subregión y el país en definitiva,  habrá logrado formar un fondo de capitalización para inversiones duraderas que  habrán logrado en definitiva, reemplazar el recurso no renovable por otros activos. 
                         Es posible verificar si  una economía minera está orientada o no, por el sendero de la sustentabilidad.  Un ejemplo es Malasia (Vincent J,1996), donde se demostró que el nivel de  consumo en ese país no es sustentable. El estudio a nivel de las dos subregiones  geográficas en este caso, reveló que las inversiones netas en una subregión han  sido positivas mientras que en la otra han sido negativas, en el mismo periodo.  La primera ha agotado sus recursos naturales pero ha utilizado las ganancias  para inversión en capital manufacturado y en capital humano (educación). En  este sentido, el stock de capital total ha sido mayor al final, en relación al  inicio del periodo. La segunda subregión en cambio, permitió pronosticar una  decadencia económica, dado que no había reinvertido los ingresos para compensar  la liquidación de su capital natural. 
                         Son diversos los autores  que en los últimos años han lanzado propuestas aplicables a economías en  desarrollo exportadoras de recursos minerales. Básicamente se trata de separar  los ingresos por venta de recursos no renovables, en sus dos componentes: uno  que corresponde a la erosión del capital, y otro que corresponde al valor  agregado. Este último sería el ingreso verdadero, destinado a consumo. Las  propuestas difieren en el método para estimar ambas porciones: la parte que  corresponde a ingreso verdadero y la parte que corresponde a la  descapitalización, que debe ser amortizada. 
                         Ésta última porción que  corresponde  a la descapitalización es la  que debe ser invertida para crear influjo perpetuo de ingresos. De este modo,  se busca convertir una serie finita de ingresos por venta de minerales, a una  serie infinita de ingresos reales. 
                         La sustitución de capital  natural por otras actividades, también es conocida en América Latina como  “sembrar el petróleo”. Daly (1993) ha planteado que los proyectos ligados a  recursos no renovables (extensivo a los recursos agotables) debieran aparejarse  con proyectos ligados a recursos renovables, y que su tasa conjunta de retorno  sea calculada sólo sobre la base de su componente de ingreso, pues éste será el  que genere el ingreso sustentable perpetuamente disponible para ser consumido  en cada año futuro. 
                         En el mismo sentido, en  función de las potencialidades de la subregión con dotación minera, debiera  buscarse otras actividades alternativas a la minería, que reemplacen a ésta una  vez que los recursos hayan sido sustituidos por otros y no tengan por tanto,  más demanda en el mercado internacional. La reconversión de actividades debiera  recibir la mayor atención en previsión de las tendencias mundiales respecto a  los no renovables. 
                         Por otra parte, el  desarrollo de capital humano y conocimientos es una forma efectiva de compensar  la reducción del capital natural no renovable. La educación en todas sus formas  ha demostrado en países asiáticos que es una forma de capitalización de una  sociedad; la salud es otra manera de desarrollar el recurso humano. No  obstante, el desafío para los gobiernos regionales es enorme, pues tendrá que  formular políticas complementarias suficientemente innovativas y competitivas  como para retener a grupos de la población que una vez que han sido educados y  capacitados, buscan migrar a centros mayores que ofrecen mayores ingresos y  calidad de vida 
                         En fin, se ha planteado  que la porción del capital que representa la erosión del activo, sea  reinvertido. Un ejemplo son acciones en la bolsa de valores, o mínimamente, en  entidades financieras que pagan intereses. Así, en el caso hipotético más  pesimista, a las tasas actuales de interés se podría disponer de montos  acumulados para la inversión en proyectos más ambiciosos, una vez que los  recursos agotables ya no rindan más beneficios. 
                         Conclusiones
                         La gestión de los  recursos no renovables ha sido tradicionalmente sectorial. Los principios de  sustentabilidad contribuyen a una gestión integral de los recursos minerales  que apunta a reemplazar los campamentos mineros tradicionales por comunidades  mineras, y que contempla básicamente: 
                         
                           - La adaptación de las  subregiones mineras, a la reducción de la demanda internacional de recursos  minerales por sustitución y/o agotamiento de minerales de más alta ley.
 
                           - El registro contable y  físico de los cambios en el capital no renovable como base para la corrección  del PIB y ésta última, como base de políticas que busquen la  inversión/reinversión en las localidades mineras, como compensación equivalente  de la reducción de los activos naturales, a través de incentivos de mercado.
 
                           - La generación de flujos  de ingresos a permanencia, y la búsqueda de economías regionales diversificadas  y sólidas, sobre la base del mejor aprovechamiento del capital natural no  renovable.
 
                           - La búsqueda de la equidad  en la distribución de los ingresos generados, que, sobre la base de una  delimitación clara de las reglas de juego para inversionistas y comunidades,  permita sustentar el nivel y calidad de vida de las comunidades mineras.
 
                           - La transferencia de un  stock de capital agregado a las generaciones futuras, en virtud de la  sustitución de capital no renovable, por formas alternativas de capital, en  particular, capital renovable, formación de recursos humanos y capital  financiero.
 
                           - El desarrollo de  responsabilidades locales para la protección de servicios ambientales y  funciones que hacen parte de los ecosistemas en los que se desarrollan las  actividades mineras.
 
                              
 
                          
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