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Diciembre 2012 - Vol. 6 (1)
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I. Prólogo

Marthadina Mendizábal Rivera
Montañas Sostenibles

¿Qué nos inspiró a preparar este nuevo número de la Revista? La realidad imbricada en la que, dentro de ecosistemas complejos se desarrolla múltiples servicios naturales clave para la vida humana, actividades económicas, asentamientos humanos, todos ellos en peligro por las tendencias del cambio climático y el accionar humano egoísta.

Constatamos que desde la Agenda 21 de Río/92 cuando se introdujo el tema de la montaña como “ecosistema frágil”, se ha avanzado en el tratamiento de temas específicos en este tipo de regiones, así como en el conocimiento y generación de información, que dan luces para visualizar estas regiones desde una perspectiva pluridimensional. En efecto, como en todo ecosistema, aquí se encuentran estrechamente relacionados todos los elementos presentes en las regiones de montañas juegan funciones ecológicas vitales como parte del escenario donde se desarrolla la vida humana. Y es aquí donde presenciamos manifestaciones del cambio climático que avanzan con elevados riesgos para las poblaciones, los recursos y los propios mecanismos que contribuyen a regular las condiciones ambientales en estas regiones en particular, y el planeta en general.

En este número, se ha puesto especial atención a la región de Los Andes. Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, países atravesados por montañas cuyas cumbres figuran entre las más elevadas del mundo, con glaciares importantes para la supervivencia de las poblaciones. También se han desarrollado en montañas, ciudades capitales (La Paz, Sucre Bogotá, Quito) y centros urbanos importantes.  Estos ecosistemas contienen también una riqueza natural y un potencial para satisfacer las necesidades de sus habitantes y para luchar contra la pobreza.

Pero la principal característica que destaca es su vulnerabilidad al cambio climático, pues por su altitud, es donde se manifiestan primero los síntomas de los problemas asociados al cambio climático. Por esta característica, estas regiones desempeñan una suerte de termómetro del comportamiento del planeta, cuya lectura e interpretación les corresponde a los científicos descifrar y divulgar, sin sesgos por intereses económicos ni políticos, para guiar el diseño de estrategias de prevención y adaptación a condiciones ambientales imprevisibles.

Por esta característica de “ecosistema centinela” las regiones de montaña adquieren un valor singular para alertar a la humanidad sobre las previsiones oportunas para la sobrevivencia de todo el planeta. Pero si bien las señales ya se han manifestado, los resultados de congresos y reuniones internacionales sobre el calentamiento atmosférico, sólo traducen la falta de voluntad política de los principales emisores de gases invernadero para cambiar sus patrones de producción y consumo, y ayudar a los países en desarrollo a tomar medidas de previsión y adaptación.

Nadie desconoce que algunas consecuencias del cambio climático afectan en mayor medida a los países más pobres. Este es el caso del occidente de Bolivia donde por la altitud, la radiación UVB tiene un mayor efecto en las poblaciones de montaña; donde las fuentes naturales de agua para consumo humano que provienen de glaciares están en proceso de retracción, y donde las sequías están haciendo estragos en comunidades rurales. Por lo demás, aunque existe una especie de “justicia ambiental invisible” que distribuye los impactos del cambio climático sin acepción de niveles de desarrollo ni industrialización, los países más pobres reciben con mayor rigurosidad el azote de los cambios porque tienen menos recursos, capacidades para implementar medidas de adaptación y defensas para proteger su vida, su salud y su entorno natural.

En esta dirección, cuatro colaboradores de este número nos han preparado artículos que invitan a la reflexión y nos dan cuenta del tratamiento del tema en estos días.

Así, Ch.Devenish nos describe el potencial en riquezas naturales en estas regiones, y particularmente en Los Andes. Su análisis exhaustivo, como resultado de la reflexión desde Condesan Perú y su participación en la mesa de debates en Río+20 sobre el tema de montañas, nos relata el camino recorrido desde Río/92 hasta Río/12, así como los temas rezagados al presente. Pero si bien los acuerdos alcanzados en esta oportunidad están recogidos en los documentos aprobados, los acuerdos no tienen carácter vinculante; por tanto, lo esencial de las tareas consensuadas seguirá en manos de organismos no gubernamentales, y de su capacidad para coordinar el trabajo con el resto de actores de la sociedad civil. Aún así, todo lleva a pensar que, gracias a una evolución en materia de gobernanza ambiental que confiere mayor peso a la sociedad civil, la Agenda acordada así como las acciones de política recomendadas en aquella oportunidad coadyuvarán a direccionar esfuerzos a nivel nacional y regional, y evitar el derroche de recursos.

Devenish, nos describe también el escenario de conflictos por usos competitivos de los recursos naturales en las regiones de montaña. Conflictos que corroboran la riqueza encerrada, y el conflicto de lógicas contrapuestas que se desarrolla en estos escenarios naturales, entre el uso de recursos para la subsistencia y de recursos naturales como fuente de riqueza. La minería es el ejemplo más conocido en la historia de la región, y donde es más difícil de alcanzar a corto plazo una conciliación de tales objetivos contrapuestos, por las tendencias de la globalización que no hacen sino profundizar procesos de privatización de los beneficios de capacidades ambientales acaparadas; y la socialización de los costos de la contaminación y acaparamiento de rentas generadas por la minería. Es claro que no podríamos pasar por alto, la minería artesanal que, por sus condiciones precarias, se desarrolla sin sujeción a las normas ambientales vigentes en países donde las estrategias de supervivencia toman esta y otras formas. En consecuencia, además de que las rentas de la minería en general, no contribuyen a la reversión de ciclos de pobreza, los impactos afectan a los grupos en los que se concentran los mayores índices de pobreza, y también a habitantes del entorno regional, amén de la estrecha interrelación de las zonas altas donde se generan actividades y las zonas bajas que reciben el impacto de la contaminación ambiental.

Abordando otro de los elementos clave en estos ecosistemas, F. Cuesta escribe sobre el preocupante tema de la biodiversidad en alta montaña, cuya pérdida conlleva la reducción en el patrimonio ambiental de las comunidades locales, la sociedad en su conjunto y en definitiva, el planeta; algo que ya se había puesto en la lista de prioridades en las políticas de conservación, dada la importancia de las funciones ecológicas que cumplen en los equilibrios del ecosistema terrestre, pero que urge en el plano de la práctica porque está siendo visiblemente afectada por el cambio climático, y la economía humana. Cuesta nos describe las tareas de monitoreo del comportamiento de los ecosistemas emprendidas por el proyecto GLORIA, tareas que llenan un vacío sentido y reconocido, y que han permitido avanzar en el conocimiento y generación de información para las decisiones, así como en el acercamiento entre la comunidad científica, la sociedad civil y los estados en la región de Los Andes. En esta dirección y la protección de bosques alto-andinos afectados por la deforestación y el mal uso de recursos hidrológicos retroalimentados por el cambio climático,  es de esperar que esta información encuentre el cauce político y financiero efectivo para tomar decisiones y emprender acciones más agresivas para contrarrestar la reducción.

De manera complementaria, J.C Torrico nos describe la vulnerabilidad a la inseguridad alimentaria de áreas rurales de las regiones más pobres de países en desarrollo que se encuentran en regiones de montaña;  algo que también es un llamado de atención a enfocar el interés en estos ecosistemas, porque ello reproduce el ciclo de la pobreza y repercute negativamente en generaciones futuras, por las secuelas de la desnutrición y alimentación pobre en nutrientes en niños (as), aún, desde el embarazo. Sus recomendaciones son especialmente pertinentes para redireccionar los esfuerzos para reducir la vulnerabilidad de estas regiones al riesgo de disponibilidad insuficiente y acceso a los alimentos, por razones de distancia, acceso, precios, entre otros. El tema es pertinente, pues en este campo es donde se toma acciones congruentes con el principio de solidaridad generacional subyacente al concepto de sustentabilidad del desarrollo.

Por su parte, D. Hoffman nos describe el impacto del cambio climático en el derretimiento de los glaciares en la región andina, y sus consecuencias en el ciclo hídrico y la provisión de agua dulce en los asentamientos humanos del entorno próximo que depende de aquélla; más aún, impactos asociados (sequías, inundaciones entre otros) que repercuten en la calidad de vida humana de los asentamientos humanos de la región circundante. Al respecto hay que subrayar que las montañas con hielo permanente están en la mira de la comunidad científica, la academia, ONGs y comunidades, pero aún no están recibiendo la atención debida de parte de los gobiernos; estrategias de adaptación que buscan captar agua de manantiales naturales y reducir el derroche de este recurso crecientemente escaso debieran figurar en primera línea de prioridades.

Hay que destacar que estos y otros avances, son resultado de esfuerzos de organizaciones sin fines de lucro creadas para contribuir al desarrollo sostenible en la Región Andina y en países que la conforman. El avance es heterogéneo en los países, y en particular en Bolivia, que no revela hasta el momento su correlato en tareas que corresponden al ámbito del gobierno y sus instituciones, tales como políticas y leyes específicas para promover el desarrollo sostenible en estas regiones y para facilitar mecanismos de adaptación de las poblaciones a los cambios en las condiciones ambientales.

Además de los temas abordados por nuestros colaboradores, hay otros que no se han incluido en este número. Dado su carácter de zonas “pluriactivas”, el conocimiento basado en el enfoque de ecosistemas tendrá que ir abarcando las dimensiones y áreas de investigación pluridimensional para ir completando el conocimiento de estas realidades.

Vemos que en estas regiones de montaña hay multiplicidad de ecosistemas naturales, y dependiendo de la altitud, clima y suelo, abundan las riquezas naturales, recursos hídricos, bosques y vegetación y vida silvestre;  y que todos estos recursos y sus potencialidades para el desarrollo duradero en el tiempo están en riesgo, por las consecuencias imprevisibles del cambio climático, pero también, de la sobre explotación. Pero el potencial de riquezas naturales es aún mayor.

La energía potencial en beneficio de las poblaciones de montaña es otra riqueza que aún está en desarrollo. Y aunque a mayor elevación la vegetación sea menor, el entorno montañoso con pendientes y suelos no aptos para la agricultura ofrecen condiciones para la siembra de plantas no comestibles para la producción de biocombustibles de segunda generación, tan demandados en el mundo occidental y con precios que ofrecen una alternativa sana para la lucha contra la pobreza en estas regiones.

En la misma dirección, los servicios ecosistémicos provistos son un rico activo natural, aunque paradójicamente, estos son aún provistos gratuitamente a todo el planeta, sin señales de beneficiar el desarrollo autónomo de las regiones proveedoras. Los servicios ambientales no son valorados ni menos “intercambiados” sobre esta base, como proveedores de oxígeno, amén de intereses del primer mundo y una mala predisposición a aprovechar el instrumental económico-ambiental en el mundo en desarrollo. “Si” el valor económico de tales servicios pudiera reflejar de forma transparente el impacto de la economía humana en el ecosistema planetario, y “si” interlocutores de nuestros países lograran negociar en el marco de la integración regional la venta de estas capacidades, los servicios así valorados podrían beneficiar a las poblaciones de donde tales servicios son provistos; al mismo tiempo ésta podría ser una herramienta poderosa para des-incentivar el crecimiento sin límites de la economía industrializada; y contribuiría, en fin, a equilibrar las desigualdades entre el mundo desarrollado y el mundo, de manera de reducir la brecha entre ambos. Hay mucho aún por hacer para que los beneficios de la preservación de la naturaleza en áreas protegidas en montaña y la conservación en regiones de montaña se expresen en ingresos mejorados para los habitantes.

En fin, existe también una forma de capital que podría decirse que es la forma más visible de derroche de energía en estas regiones; destrezas y capacidades, ingenio y recursos para la innovación y fuerza laboral, todos los cuales encierran un potencial enorme para movilizar el capital natural  para la lucha contra la pobreza.

Un tema adicional escasamente abordado es el de ciudades en montaña; el ejemplo de Venezuela ilustra lo que sucede en La Paz y otras ciudades con características similares. El tema es pertinente por las tendencias del cambio climático y por las complicadas condiciones geológicas e hidrológicas que hacen que los asentamientos humanos sean vulnerables a desastres naturales; en estos asentamientos, la pobreza y el limitado espacio para urbanizar se conjugan con la inestabilidad del suelo y la mercantilización de la que éste es objeto; más aún, las fuerzas perversas del mercado han abierto las puertas al acaparamiento y la especulación, dejando a las poblaciones más pobres en las zonas más propensas a la degradación ambiental y a riesgos derivados de la ausencia de servicios básicos, difícil acceso físico y deslizamientos.

Para equilibrar el abordaje de temas que tienen su escenario en montañas, hemos incluido también el desarrollo rural en este tipo de regiones; no un desarrollo de acuerdo a criterios y parámetros convencionales, sino uno más acorde con las especificidades culturales y económicas de comunidades que aún se mantienen al margen de la mercantilización y que delinean lo que se conoce como la nueva ruralidad comunitaria. El tema está ilustrado con la descripción de dos comunidades rurales asentadas en montaña en México que buscan una mayor integración entre la responsabilidad social y ambiental.

Luego del recuento así resumido, la primera pregunta que surge aquí es, si estas regiones debieran ser objeto de un tratamiento específico en función de la importancia de sus características específicas (habitantes, potencialidades para el desarrollo regional sostenible y su contribución a la supervivencia del planeta), o, si por el contrario, habría que incorporar estos temas importantes en las políticas nacionales de desarrollo sostenible.

Una segunda pregunta es, si el tratamiento de las montañas debiera ser estrictamente nacional, o bien, debiera buscarse un tratamiento transfronterizo a través de las políticas de integración regional.

Otra pregunta es, la relevancia de una legislación diseñada con el enfoque de ecosistemas que integre los elementos descritos y otros presentes en cada situación, buscando una conciliación de la economía, el medio ambiente y la calidad de vida de sus habitantes; enfoque que debiera superar la noción empírica para constituirse en herramienta práctica en la planificación del territorio.

En fin, dadas las rigideces para negociar un nuevo acuerdo sobre el cambio climático, surge siempre la inquietud del costo de la adaptación de la humanidad a los cambios en las condiciones ambientales consiguientes. El colapso parece inevitable, lo mismo que la adaptación a umbrales de tolerancia considerablemente inferiores. Si éste es el caso, ni la ciencia ni la tecnología podrían evitar las consecuencias de la producción de gases invernadero y la sobreexplotación de los servicios de absorción más allá del límite, tras la cual sólo podríamos sólo esperar un violento retorno a niveles inferiores de las capacidades ambientales para soportar la carga de la actividad humana. No quisiéramos imaginar lo que la fase de ajuste representaría para la humanidad total, y en particular, para los países en desarrollo escasamente provistos de mecanismos de defensa.

Invitamos a nuestros lectores a una reflexión multidimensional de los problemas y oportunidades de las regiones de montaña, y esperamos que tanto los artículos como el material incluido en este número den luces para responder a estas y otras inquietudes.

Queremos agradecer a nuestros colaboradores por la excelencia de los artículos preparados para la Revista, los mismos que realzan la producción de este número dedicado a Montañas. Lo mismo, nuestra gratitud a las instituciones que nos apoyaron para este propósito, el Instituto de Montañas de Bolivia, CONDESAN Perú y Quito, entre otras, por el material que nos facilitaron para divulgar en este número.

Todos contribuyen a nuestro propósito ya manifestado, de invitar a la reflexión pluridimensional de una realidad cuyos elementos e interacciones revelan un complejo escenario en el que se desarrolla la vida humana y sus interacciones con el resto de elementos del medio ambiente natural, social y construido, como parte del diseño divino perfecto de cuya soberanía dependen.


 
Con el auspicio de:
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