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Marzo 2008 - Vol. 2 (1)
ISSN 1995-1078
 
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Prólogo:
Agrocombustibles: Energía del futuro

Marthadina Mendizabal

Marthadina Mendizábal, Economista ambiental, tiene Maestrías de las Universidades La Sorbona y Católica de Chile. Es autora de diversos libros sobre temas ambientales.


Cuando el planeta está al borde de una nueva crisis energética, la humanidad ha encontrado una innovación que contribuye a aliviar el peso de los combustibles fósiles en los patrones de producción y consumo, a través de los biocombustibles y, su versión más controvertida, los agrocombustibles, por el origen agrícola de la nueva forma de energía. El debate del que somos espectadores, se da en un contexto en que se evidencia una progresión geométrica de los desastres ligados a los cambios climáticos en el planeta, y en un nuevo escenario mundial de incrementos del precio del petróleo, en el cual los países industrializados despliegan enormes esfuerzos tecnológicos y financieros para cortar la dependencia respecto del recurso energético.

La polémica confronta intereses diametralmente contrapuestos que, encendidos en la furor de argumentos, terminan en muchos casos restando objetividad a la hora de definir políticas y estrategias de acción, contribuyendo a postergar el tratamiento de temas candentes y a perder oportunidades.

Ciertamente,  allí donde el ejercicio de la democracia incluye sentar en la mesa de discusiones a interlocutores de diferente posición, abordar el tema del “cultivo de energía” conduce necesariamente a poner sobre el tapete la confrontación de la demanda alimenticia y energética para proveer principalmente las necesidades de formas de energía del mundo industrializado. Dado que el primer mundo busca romper la dependencia de los combustibles fósiles, y que los agrocombustibles son una opción en este sentido; que además ningún país es autosostenible en materia de energía renovable, la huella ecológica del primer mundo puede continuar expandiéndose mucho más allá de sus fronteras, a países en desarrollo que ahora compiten para insertarse en el mercado internacional como proveedores de insumos renovables como fuente de la nueva forma de energía.

Estos países que legítimamente aspiran a mayores niveles de desarrollo, abordan el tema por la oportunidad de una inserción en condiciones ventajosas, a partir de la aún abundante dotación de recursos naturales (extensiones de tierra apta para cultivos agroenergéticos, agua) y mano de obra. En un nivel más reducido, grupos intelectuales en estos países y todo el mundo, abogan por la consideración de las amenazas que se ciernen para estos países, relacionadas con la provisión de insumos agrícolas de elevada demanda internacional, en un contexto de libre mercado, de ausencia de regulaciones económicas para la producción y de un rayado de cancha para los productores.

El tema es altamente relevante en todo el planeta; más aún porque a las necesidades de energía de las que depende el mundo industrializado, se suman la necesidad de mejorar la eficiencia energética para reducir la contaminación atmosférica vehicular, y la demanda del mundo de respuestas efectivas a los cambios climáticos por parte de los países industrializados.

Y es relevante por las posibilidades planteadas por las nuevas formas de energía, de contribuir a reducir la pobreza y dinamizar el aparato productivo en los países potencialmente proveedores. Posibilidades que, en un marco de regulación de la producción que evite abandonar el tema a las fuerzas del mercado, políticas de Estado que velen por la seguridad alimentaria de sus habitantes, y reglas de juego que ubiquen bien los beneficios económicos y sociales y mitiguen impactos ambientales contraproducentes, podrían asegurar a los países proveedores, la inserción en el mercado internacional en circunstancias ventajosas.

Lo cierto es que el mundo vive una fiebre por los descubrimientos de tierras de vocación agroenergética; fiebre que se manifiesta en la enorme profusión de información sobre el tema; los países compiten por sacar el máximo provecho de la situación, asegurándose una inserción en el mercado internacional de la que se beneficiarán por muchas décadas. Todos ellos parten de una evidencia mundial: a medida que el precio del petróleo aumenta, la producción de cereales y productos agrícolas como energía renovable compite con la gasolina, y el precio de aquellos como bien sustituto, aumenta.

Lo que está en juego entonces, es cuestión de capacidad de organización de cada país, su capacidad para valorar riesgos y oportunidades, y en definitiva, su capacidad para adaptarse e innovar. La posición más extrema, de no hacer nada y dejar que el libre mercado imponga las señales, podría estimular a grandes productores agrícolas - en el afán de no dejar pasar la oportunidad - a exportar su producción agrícola o proceder al cambio de uso de tierras cultivables, poniendo en riesgo la autonomía alimentaria nacional, o a producir alimentos transgénicos destinados a la exportación de materia prima so-pretexto de no ser seguros como alimentos, todo ello en contextos sociales de conflictos por restricciones impuestas demasiado tarde.

Impactos que podrían ser irreversibles, incluso si la oportunidad para los agrocombustibles se mantiene sólo hasta que los biocombustibles de segunda generación ingresen y consoliden en el escenario mundial, dando por concluida la era de los combustibles fósiles.  En todo caso y por ahora,  hay que admitir que los precios en una economía de mercado pueden estimular de manera contundente el abastecimiento de una demanda asegurada de agrocombustibles proveniente de países industrializados.

La abundante producción de material sobre el tema permite entrever la preocupación por los impactos; en particular, la repercusión indirecta del incremento sobre el aprovisionamiento y precio de las importaciones de alimentos de los países en desarrollo que compran cereales en el mercado internacional, o que dependen de programas de ayuda alimentaria internacional para compensar su déficit; el impacto inflacionario de este incremento en los alimentos, transporte y costo de generación de energía eléctrica; el impacto en fin, de la presión en el uso de suelos agrícolas, la tala de bosques y/o cambios del uso del suelo con vocación agrícola, en sociedades que están lejos de resolver problemas de hambre y acceso equitativo a los alimentos.

Si no se está en capacidad de manejar los impactos, las lecturas seleccionadas nos señalan, que la mejor opción es la prevención; no a los agrocombustibles. Pero la producción de biocombustibles sigue siendo una opción valedera con muchas mayores ventajas, particularmente, que pueden producirse a partir de biomasa abundante en bosques y en tierras marginales.

Juntar la sed con el agua. El debate entre cultivo energético y cultivo alimentario deja entrever que talvez será el mercado internacional el que imponga las prioridades del aparato productivo en los países en desarrollo. Parece que lo más prudente para no lamentar a destiempo una explosión incontrolada de agrocombustibles en países más vulnerables al mercado internacional es, el ejemplo de la Unión Europea de requerir certificaciones del origen de la materia prima. para toda exportación de agrocombustibles, Talvez de esta manera se pueda impedir que la producción y aprovisionamiento de agrocombustibles sea librado al mercado, con todas las consecuencias que pueden resultar del desarrollo a gran escala y más allá de las fronteras nacionales.

En este número hemos querido presentar artículos que contribuyen a una lectura de la situación real y en esa medida contribuyen a asentar criterios para adoptar decisiones y formular políticas. Se ha seleccionado en este sentido, artículos que presentan argumentos a favor pero también en contra de la producción de agrocombustibles.

Complementariamente, se pone a disposición de nuestros lectores, una amplia información a través de lecturas, publicaciones, páginas web, instituciones y acceso a información. Agradecemos a nuestros colaboradores que nos hicieron llegar contribuciones valiosas, muchas de las cuales fueron colocadas en diferentes secciones de la Revista.

 
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